El instrumento que no falla
Fuente: gacetaeronautica.com – Pablo Potenze
Hoy pensamos que los instrumentos de medición son sofisticados sistemas digitales que entregan su información en una pantalla multicolor. Por lo general el tramo final es así, pero casi siempre hay sensores que entran en contacto directo con la información, que suele ser analógica porque el universo es analógico, y alimentan al sistema digital de procesamiento. El problema es que todo eso puede fallar.
Pero, por suerte, existen algunos instrumentos, desarrollados hace mucho tiempo, que no fallan nunca, entre los cuales está la plomada, el nivel de burbuja y la varilla medidora del nivel de líquidos.
El aprovisionamiento de combustible a las aeronaves en los primeros tiempos, se hacía con bidones o latas que, embudo mediante, descargaban el líquido en los tanques, que solían estar en las alas o cerca de ellas, para que el consumo del líquido no afectara el centro de gravedad. Un perfeccionamiento fueron las bombas, primero manuales y luego eléctricas.
El sistema fue mejorando hasta los años cincuenta, pero sus bases siempre fueron las mismas, carga del combustible al avión desde arriba hacia abajo, e ingreso de éste a los tanques por gravedad, por lo que la bomba era indispensable, y trabajar sobre el ala (o alguna parte del fuselaje), también.
Siempre fue un procedimiento complicado y peligroso. Cuando se usaba nafta en vez de los combustibles actuales, era obligatorio que todos los pasajeros descendieran del avión por razones de seguridad. Debían tomarse cuidados para evitar los derrames de combustible ante la eventualidad de que el tanque se desbordara y, en la medida en que estamos hablando de recipientes no transparentes, era necesario tener un mecanismo que permitieraa saber cuánto carburante había almacenado para establecer cuánto se podía agregar.
Los aviones tenían en sus tableros de comando instrumentos para medir el nivel de llenado de los tanques, pero estos instrumentos eran eléctricos, por lo que exigían un suministro de energía que no siempre estaba disponible en una aeronave detenida. Además, como estaban en el cockpit, no estaban a la vista del personal que realizaba la tarea.
En tiempos de los pistoneros, estas limitaciones eran serias, pero se subsanaban con un instrumento infalible, la varilla medidora, que no era otra cosa que un palo que se introducía por el orificio de carga del tanque y, según hasta dónde se mojara, indicaba con precisión la cantidad de fluido que había en el depósito. Por supuesto, para cada modelo de avión había una varilla distinta y, una vez finalizada la carga, era un testigo incorruptible que medía lo despachado.
Con la llegada de los jets, y los sistemas de carga a presión desde el intradós, este método de medición se tornó imposible de aplicar, y no hay más remedio que confiar en los instrumentos, ahora mucho más sofisticados, pero que pueden fallar.
Carga de combustible en un Armagnac de TAI. Un camión cisterna con una bomba mecánica, y un gran despliegue de personal sobre las alas (imagen Wikipedia).