Tragedia de LAPA: cómo fue la investigación según el fiscal del caso

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31/08/2019 22:09 – totalnews.com.ar (Tier 4) – Nota –  

Jugaba al básquet con sus amigos cuando sonó su celular. Del otro lado de la línea, un Prefecto de apellido Elizalde le dijo que se había caído un avión en Costanera. Recordando otras tragedias, Rívolo pensó que la nave habría caído al agua. Del otro lado de la línea le explicaron que el avión se había estrellado contra el terraplén del campo de golf. “Hay una cantidad de muertos increíble”, fue lo siguiente que oyó. Llegó desde San Isidro a Aeroparque en veinte minutos y pasó allí los siguientes dos días en los que no se detuvo ni siquiera para dormir. Ese sería el comienzo de la investigación más importante de su carrera como fiscal.
Bajo el vidrio de su enorme escritorio de madera guarda la imagen del «check list» del Boeing 737, donde figura todo lo que debe hacer un piloto antes de despegar. Es justamente lo que, quien comandaba la aeronave en el vuelo 3142 de LAPA, no hizo aquella noche. “Tiene 45 minutos que rompe con el criterio de cabina estéril”, explica sobre los momentos previos que se conocieron a través de. “En la última parte está lo que era la cultura de LAPA concretamente”, agrega. Lo hace en referencia a la «cultura negligente» que imperaba en la compañía y que salió a la luz durante la investigación. Una cultura en la que había pilotos poco calificados, aparatos de vuelo en mal estado y controles de seguridad inexistentes.
Frente a Aeroparque se encontró con un desfile de rostros conocidos: estaban el entonces Jefe de Gobierno porteño, y candidato presidencial,, el ministro, y hasta de, titular del PAMI, quien hablaba con desenfado ante los medios de comunicación. Aún recuerda aquel momento y su sorpresa ante la imprudencia de Alderete mientras se luchaba por apagar el incendio y poco se sabía de lo ocurrido.
Durante la reunión improvisada de la que participaban representantes de la Justicia y de las distintas fuerzas, Rívolo tomó la «voz cantante». No sabe bien qué lo llevó a hacerlo, pero sí que durante esa noche habló al grupo:
Hombre de tribunales, Rívolo no quería repetir . Protegió la «escena del crimen» y mantuvo ocho días cerrado el aeroparque Jorge Newbery.
En el campo de golf, entre cuerpos y restos de avión, escuchó por primera vez la palabra «flaps». Se lo deslizó un técnico que terminaría siendo perito del caso. «Lo que no hizo el piloto es el ABC de la aeronáutica», le dijo. Con el correr de los días y meses, Rívolo investigaría nueve hipótesis. Dispuso más de 400 medidas de prueba y 50 allanamientos a LAPA. «Vas buscando cosas de acuerdo a lo que te va surgiendo. Nunca tuvimos un sólo intento de nulidad en la investigación. Nunca nadie la planteó», recuerda.
Con su pequeñísimo equipo de colaboradores, integrado por tres personas, comenzaron a investigar el hecho como el último eslabón de una «cadena de negligencias». «Fue en un contexto importante en el que se hablaba de las , a LAPA le habían permitido junto a DINAR y Southern Winds, tener tarifas por debajo del costo. Restringían en capacitación, mantenimiento, en pilotos, en controles laxos para ascensos. Tenían una cultura de la seguridad bastante endeble», grafica. «Lo que se completaba con un Estado que permitía esto», completa.
Para diciembre de 2000, ya tenía listos los procesamientos en los que apuntó a todos los protagonistas de esa cadena. «Fue la primera vez que en Argentina se hizo una investigación sistémica. Investigamos a todos para ver por dónde se colaban absolutamente todos los errores», explica. «Sacamos la responsabilidad de la cabina, eso fue lo más importante. Llevamos a juicio al dueño (de la compañía,
), al CEO, al gerente, al jefe y a miembros de la Fuerzas Aéreas”, describe y da cuenta de lo que se logró: apuntar las responsabilidades más allá de las obvias que iban al rol del piloto y copiloto. «Lograr sacar la responsabilidad de la Cabina nos permitió las condenas», asegura.
Llegar hasta allí no fue fácil. Durante la investigación, se volvió en un experto en aviación. Por el caso fue a Canadá y Estados Unidos, para intentar entender exactamente qué había sucedido en el vuelo. En decenas de oportunidades viajó a Córdoba para hablar, escuchar, explicar y, entender.
En el primero de los casi 70 encuentros, les dijo: «Voy a trabajar este expediente. Voy a trabajar por la hipótesis más grave de todas que es la de estrago doloso. Pero salvo que encuentre en el presidente y vicepresidente una determinación de que este avión se pegue un palo, es muy complicado. Pero lo vamos a tratar de probar”.
Padre de una hija que aspira a ser comandante, Rívolo volvió en incontables ocasiones al lugar de la tragedia. Lo hacía por la noche, cuando volvía a su casa desde los tribunales. Se apoyaba en la tierra, olía el combustible impregnado en la zona.
En 2005, tiempo casi récord para la justicia argentina. El juicio duró cinco años, «fue durísimo», recuerda. Terminó con dos condenas a gerentes de la compañía. Cuando mira para atrás, siente «frustración porque no convencimos a los jueces de que el presidente y CEO tenían responsabilidad», resume. No obstante, agrega: “Entiendo que quede la sensación de impunidad, pero logramos condenar a tipos que no estaban en la cabina y en un caso como este, eso no es poco”.

 

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