El rescate de Boeing

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Una ayuda que esconde demasiado. Por Luis Alberto Franco.

Boeing ya estaba en serios problemas cuando una extraña neumonía fue detectada en la ciudad china de Wuhan, en diciembre de 2019. Para esa fecha todos los 737 MAX que se habían fabricado habían sido detenidos en tierra como consecuencia de problemas técnicos que derivaron en dos terribles accidentes. Desde el momento en que las agencias mundiales y la propia FAA decidieron detener los MAX hasta hoy, el fabricante aeroespacial estadounidense ha transitado uno de los años más difíciles de su historia. En estos meses Boeing ha soportado un largo y aún no concluido proceso de recertificación del controvertido avión, dificultades judiciales y políticas, demoras en el programa 777X, desavenencias por desarrollos para la defensa, un serio estrés financiero y una caída sin precedentes de su prestigio.

Circunscribiéndonos a lo financiero, en enero de este año la compañía con sede en Chicago, había salido a buscar alrededor de 10.000 millones de dólares de financiamiento en una situación que no tenía muchas perspectivas de mejorar a corto o mediano plazo.

Al estallar la crisis sanitaria del SAR-CoV-2, COVID-19, la aviación mundial se resintió. Para fines de febrero la expansión de la enfermedad se iba transformando velozmente en pandemia y las aerolíneas comenzaban a sufrir sus efectos. Entrado marzo el mundo había cambiado y el escenario en que se encontraba Boeing era completamente distinto. Por un lado, sus necesidades se mantenían, pero por el otro, el mercado de aeronaves de transporte aéreo se había desplomado estrepitosamente.
Fue en ese contexto que el CEO y presidente de Boeing, David Calhoun y casi todos los integrantes del board de la compañía estimaron que para salir de sus viejos y nuevos problemas se necesitarían 60 mil millones de dólares y el único aportante posible era el Gobierno Federal. Todo esto en medio de un formidable derrumbe de las cotizaciones de todas las empresas en Wall Street y el crecimiento de la idea de que sólo Washington podría intervenir para morigerar una crisis económica que podría derivar en una depresión de imprevisibles consecuencias. El pedido de la empresa fue respaldado por todo el board excepto Nikki Haley, una de las miembros, ex funcionaria del gobierno de Donald Trump y política de carrera, que renunció sonoramente al cargo en Boeing argumentando que las empresas no deberían recibir ayudas de los contribuyentes.

Para entonces, Boeing Commercial Airplanes necesitaba  más de 4 mil millones de dólares por mes para poder seguir operando.

A finales de 2019 Boeing tenía deudas por 27 mil millones de dólares; para marzo su liquidez alcanzaba los 14 mil millones y disponía de créditos por otros 14 mil millones, y la calificación de su deuda se deterioraba. Fue en esas semanas que apareció en el horizonte la iniciativa CARES (Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security Act), un rescate que, con apoyo bipartidista, ajustaban la Casa Blanca y el Capitolio. Habían quedado atrás la ponderación del Presidente Trump que a principios de año había dicho, a raíz de la crisis de los MAX, que Boeing era una “compañía muy decepcionante”, para pasar a considerarla a fin de marzo, una industria que debería sostenerse.

En honor a la verdad, todo el proceso de ayuda a Boeing se denomina socialización de las deudas, a la vez que se hace la vista gorda a una pésima administración y se confiere una suerte de borrón y cuenta nueva por errores cometidos a lo largo de demasiado tiempo. Lo único que queda por esperar es la continuidad de las investigaciones del Fiscal General de los Estados Unidos por el caso MAX y la posibilidad de que muchos de los estropicios salgan a la luz a lo largo de un muy posible proceso penal.

Cabe destacar aquí algunos puntos más, como ser el deterioro tecnológico de Boeing en los últimos tiempos por la caída de inversión en I+D (investigación y desarrollo). Y en lo financiero, las cuestionables maniobras de apalancamiento bursátil a través de la recompra de las propias acciones de la compañía.

Lo que recibiría Boeing a partir del CARES, sería una ayuda de unos 17 mil millones de dólares, bastante menos que los 60 mil millones que se estimaban necesarios. Para el desembolso habría condiciones a seguir por la administración de la compañía, dentro de las cuales estarían regulaciones salariales para los ejecutivos, una férrea supervisión de las decisiones de la junta de directores, el sostén de una política de conservación de empleos, la recuperación de la innovación y la revisión del mal desempeño en programas de defensa que arrastran grandes retrasos, incremento de presupuestos y resultados poco satisfactorios.

Ciertamente, el salvataje de Boeing no es propio de una economía capitalista. Es, más precisamente analizado, una acción contra los postulados del mercado. No hay forma de considerarlo desde otra perspectiva. No se pueden tapar los errores con argumentos como la necesidad estratégica de la industria aeroespacial ni la preservación del empleo. Es estrictamente un caso de intervencionismo a costa del contribuyente.

Faltan saber muchos detalles sobre la instrumentación del CARES pero, como sucedió con el rescate al sistema financiero estadounidense y global en 2008/2009, los contribuyentes finalmente serán los que con su trabajo –o miseria– aportarán fondos que difícilmente se retribuyan a su justo valor cuando la compañía vuelva a ser rentable.

Los rescates, cada vez más cuantiosos y alejados de una solución de mercado, siempre son impulsados desde los lobbies pseudo empresarios y resueltos en la política, para lo cual el marco de una crisis ventilada como catástrofe viene de perillas. El COVID-19 es algo imprevisto, pero todavía estaban latentes las consecuencias de la anterior intervención en la crisis bancaria de 2008/2009 por el mal manejo de la Reserva Federal en los lustros anteriores.

En el caso de Boeing (las demás industrias y las aerolíneas también) habrá que seguir de cerca y por largo tiempo si los accionistas y ejecutivos no terminarán recibiendo los mayores beneficios una vez que la crisis se haya superado. Lamentablemente, los gobiernos son muy ineficientes –para no entrar en consideraciones de naturaleza moral– para hacer que los rescates, una vez que lo tiempos borrascosos se superen y la empresa revierta su situación, sean devueltos a la ciudadanía que los aportó a una tasa de interés adecuada.

Fuente: aeromarket.com.ar

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