Tragedia de Lapa. Prescripta la causa, el temor es que vuelva a pasar

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31/08/2024 La Voz del Interior (Córdoba) – Nota – Tema del Día – Pag. 4
Matías Calderón

A 25 AÑOS. En Córdoba, sobrevivientes y familiares señalan que las actuales políticas de «cielos abiertos» deben tener control estatal.
¿Se pueden extinguir los hechos en la memoria si dejan de nombrarse? Es uno de los más grandes temores entre los familiares y sobrevivientes de la mayor tragedia aérea en Argentina, que hace 25 años dejó el funesto saldo de 60 víctimas fatales y 35 heridos tras el despegue fallido del vuelo 3.142 de Lapa.

La mayoría de ellos eran cordobeses.
La aeronave tenía previsto partir desde Aeroparque, Buenos Aires, a Córdoba, durante la llovida noche del 31 de agosto de 1999.
El avión iba a tocar tierra de este lado de la Argentina alrededor de las 22. Pero eso nunca sucedió. Las cruentas imágenes del fuselaje cubierto en llamas recorrieron mucho más rápido ese trayecto.

Por aquel entonces, Lapa se jactaba de ofrecer precios competitivos en un mercado dinámico, pero el costo de esa oferta recayó, según quedó demostrado en un juicio que en el 2014 de todos modos prescribió, en largas horas de trabajo para los pilotos y pocas medidas de seguridad en los procedimientos y en las aeronaves.

El costo de los pasajes, recuerdan los sobrevivientes en un presente signado por «la reflexión», era de 70 dólares, cuando el peso corría con paridad de la moneda estadounidense.

Ahora ese pasaje saldría un poco más de 60 mil pesos, al cambio oficial.
Durante el despegue, los flaps del avión nunca se extendieron. Se trata de las superficies móviles ubicadas en el borde posterior de las alas de un avión, indispensables para aumentar la sustentación, lo que permite que la nave pueda volar a velocidades más bajas sin perder estabilidad.

Durante 52 segundos sonaron alarmas y el piloto del Boeing 737- 200, Adolfo Weigel, habló con su copiloto, Luis Echeverry, sin saber a qué se debía ese timbrazo.

Weigel, de quien los jueces dirían que nunca debió haber llegado a comandante, pero que llevaba excedido en varias horas de trabajo según el código de seguridad, soltó los frenos y aceleró el motor a las 21.53 del martes 31 de agosto de 1999.

Había escuchado la orden de despegar desde la torre.
Entonces, empezó a sonar la alarma: los flaps de las alas estaban retraídos y el avión no podía levantar vuelo.
«¿Qué es? ¿Qué mierda pasa?», gritó Weigel perplejo. Pero continuó con el procedimiento de despegue.
«Tengo tab set. ¿In the left?», le dijo Echeverry, según consta en la caja negra.
«No sé qué es lo que está sonando, viejo, pero está todo bien», comentó Weigel.

Cuando quisieron frenarlo, ya era tarde. El Boeing continuó sin levantar vuelo durante toda la pista y luego siguió. Arrasó rejas, autos, máquinas y una cabina de gas.

Se estrelló contra una cancha de golf.
Pero nadie notó el siniestro sino hasta que otro piloto avisó a la torre de control. Se trataba de otro vuelo, que ya había comenzado a carretear, y que dio la primera alerta.

El piloto vio el humo negro y el fuego que se repetiría más tarde en todas las pantallas del país, signando uno de los momentos más cruentos de la aviación nacional.

«Arriba del avión iba toda clase de personas, fundamentalmente de Córdoba. Había un solo niño y los demás eran docentes, trabajadores, empresarios, estudiantes, políticos.

Volvían de Buenos Aires», recordó Miguel Correa, titular de la Asociación de Familiares de la Tragedia Aérea de Lapa.
Miedos y reflexión Miguel perdió a su padre, con quien compartían nombre, en el trágico accidente del vuelo. Desde entonces, ha trabajado incansablemente junto a los demás sobrevivientes o los familiares de las víctimas para buscar justicia y evitar que ocurran desastres similares en el futuro.

Hoy siente miedo. Miguel entiende que la gran deuda de parte del Estado que pesa en relación a este hecho, además del necesario recordatorio diario, es que no se dejen de cumplir las condiciones de control para evitar otro hecho similar al de Lapa.

«Actualmente existe una política de Cielos abiertos en Argentina para incentivar la industria. Estamos atentos a todos estos movimientos, a pesar de que nunca nos hicieron parte del sistema de contralor, ni siquiera como veedores. Tememos que se pueda producir un relajamiento de parte de las nuevas empresas que llegan al país para explotar el espacio aéreo», alertó.

Y en cuanto al propio Estado, Miguel advierte que en el afán de reducir costos no se deben mermar las políticas de control de seguridad.
«En aquel entonces ?recuerda? la reducción en los costos de las empresas y en la seguridad implicaba que todos se tenían que adaptar.
Les decían que ?todos tenían que poner el hombro? a la empresa y tenían que salir a trabajar a pesar del sueño o de no estar preparados».
Miguel cree que durante los últimos 25 años se fue formando una «actitud reflexiva» entre los sobrevivientes y los familiares. Es decir, el hijo de un padre que perdió su vida en ese avión comenta que ahora pasan los días, junto a otros familiares, pensando en aquello que pasó con la vista puesta en que no vuelva a ocurrir.

Recorrieron el país miles de veces, asegura. En auto, en colectivo. Algunos volvieron a subirse a un avión.
Fueron a golpear la puerta de funcionarios, de jueces y de camaristas que hasta ahora según cree Miguel todavía se preguntan de dónde saca la fuerza ese grupo de cordobeses que nunca dejó de insistir con la causa Lapa.

También reconoce que hay un grupo que dio «vuelta la página», o que otros afectados formaron nuevas familias, pero subraya que esas «sillas vacías siguen pegando muy duro», en referencia al dolor que continúa vigente.

Como ironía del destino, Miguel recuerda que a dos semanas de la prescripción de la causa Lapa, una avioneta se desplomó en el río Nordelta.

En ella viajaban Gustavo Andrés Deutsch, expresidente de la aerolínea, y su esposa, Graciela Villarruel.
Fue el 14 de septiembre de 2014, cuando Deutsch estaba piloteando su avioneta Beechcraft 300 Super King Air. Se estrelló contra una casa en el barrio privado La Isla, en Tigre.

Ambos murieron en el acto debido al impacto y la explosión subsiguiente.
«No le deseamos nunca la muerte a nadie y nos dolió, como nos hubiera dolido cualquier otro siniestro. Lo que nosotros siempre quisimos es que estos hechos no se repitan y que los culpables, entre ellos el poder económico representado por las aerolíneas, paguen culpa por su responsabilidad en esta tragedia», dice Miguel.

La causa El camino judicial duró años. De los 34 imputados que había en 2000, la causa Lapa se fue demorando durante años, hasta que recién en 2008 comenzó el juicio en Comodoro Py. Había ocho acusados.

El noveno se suicidó con pastillas.
Al brigadier Enrique Dutra lo hallaron dentro de su auto, en Villa Carlos Paz.
A juicio llegaron el presidente y el vice de Lapa, Gustavo Deutsch y Ronaldo Boyd, respectivamente; Fabián Chionetti, gerente de operaciones; Nora Arzeno, de recursos humanos; Valerio Diehl, de operaciones, y José María Borsani, jefe de línea. Todos por estrago culposo.

También llegaron al banquillo los comodoros Carlos Peterson y Diego Lentino, del ex Comando de Regiones Aéreas de la Fuerza Aérea, por incumplimiento en los deberes de funcionario público.

La causa desestimó que el Boeing hubiera tenido alguna falla, y se centró en los dos pilotos y en que jamás deberían haber tenido ese avión en sus manos.

La investigación determinó que la causa inmediata del accidente fue la omisión de extender los flaps durante el despegue y la desestimación de la alarma sonora que advertía sobre esta configuración incorrecta.

Pero esto no conformó a nadie. En 2010, varios directivos de Lapa y funcionarios de la Fuerza Aérea fueron llevados a juicio. Al final hubo una sentencia que no conformó: sólo dos jerárquicos de bajo rango de la empresa recibieron condenas leves por estrago culposo (negligencia).

Diehl y Borsani fueron sentenciados a tres años de prisión en suspenso por estrago culposo agravado.
Nunca pisaron un penal.

En 2014, la Cámara Federal de Casación anuló estas condenas debido a la prescripción de la acción penal, ya que los jueces habían demorado más allá de los plazos legales en llevar a juicio a los acusados.

La Corte Suprema de Justicia confirmó esta decisión, dejando la causa sin condenas firmes.

En 2014, se anuló la condena a dos empleados de bajo rango y la causa quedó sin ningún culpable. 60 MUERTOS. El siniestro aéreo se produjo por una falla en los «flaps» de las alas, que impidieron el despegue. La mayoría de las víctimas eran cordobesas.

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