20/11/2008 02:22
Página 12 - Nota - Economía
- Pág.6
ECONOMIA › EL GOBIERNO ENVIA AL CONGRESO
EL PROYECTO DE LEY PARA RECUPERAR AEROLINEAS
Y AUSTRAL
La expropiación empieza
a carretear
>El Poder Ejecutivo quiere evitar maniobras
del grupo Marsans que compliquen la transferencia
definitiva de las compañías
al Estado. El grupo español intentó
reubicar a un directivo propio al frente
de las empresas.
Por Cledis Candelaresi
En las próximas horas ingresará
formalmente a Diputados el anteproyecto
de ley para expropiar Aerolíneas
Argentinas y Austral tomando como base el
valor negativo que le asignó el Tribunal
de Tasación. El lunes ya tendría
status de proyecto y sería considerado
en las comisiones de Presupuesto y Transporte,
en este último caso después
que se haya formalizado el desplazamiento
de su titular, Zulma Daer, emigrante del
bloque oficialista al de Unión Peronista,
que se articuló en torno de Felipe
Solá. La premura del Gobierno para
sancionar la ley está fundada en
el temor de que Marsans haga alguna maniobra
como la que intentó infructuosamente
ayer, cuando en una reunión de directorio
quiso desplazar de la gestión administrativa
al gerente general designado por el Estado.
Pocas veces el Poder Ejecutivo y el Parlamento,
incluyendo al grueso de la oposición,
estuvieron tan emparentados en un objetivo
como es el de expropiar aquellas empresas,
invocando la falta de acuerdo con el vendedor
para fijar un precio que permite el rescate
accionario en otros términos. El
texto que ayer ultimaban los legisladores
oficialistas liderados por Mariano West
será básico, limitado a ordenar
la expropiación de las líneas
aéreas bajo los términos que
prevé para estos casos la ley 21.499
de expropiación general, que ordena
al Tribunal de Tasación oficial calcular
los precios a pagar. Otra norma a tener
en cuenta para los considerandos es la sancionada
en septiembre pasado, que dispone el rescate
de las acciones previa definición
de la actividad aerocomercial como un servicio
público. Ese que, en esta circunstancia,
sólo podría garantizarse bajo
el control público.
Lo que demoraba el trámite es la
redacción fina para precisar cómo
el Estado se hará cargo de las acciones
por una vía que no vulnere la Ley
de Sociedades Comerciales, a la que están
sujetas Aerolíneas y Austral desde
la privatización. La estrategia oficial
tiene dos patas. Una es cuidar en extremo
no dar ningún paso en falso violando
la ley vigente. Otra es darles protagonismo
a los otros poderes, en particular al Congreso,
para diluir la responsabilidad presidencial
en lo que podría considerarse un
embate contra el capital español.
Gracias a la coincidencia básica
de los distintos bloques de que no es posible
otra vía que la de recuperar las
empresas que el Estado está manteniendo
con millonarios aportes, el Congreso puso
manos a la obra para definir aquella iniciativa,
que podría ser votada a más
tardar en dos semanas. La redacción
comenzó días pasados pero
se aceleró a partir del dictamen
que produjo el martes la Bicameral de Seguimiento
de las Privatizaciones, en la que recomendó
sancionar la ley expropiatoria.
Un escollo eventual podría ser la
oposición de Daer (ver aparte), pero
ya hay gestiones para reemplazarla por una
figura de cuño oficialista. Si aquel
plazo fuera excesivamente extenso y pusiera
en riesgo el comando real de las compañías,
al Poder Ejecutivo siempre le queda la vía
de la expropiación: aquí puede
tallar la Justicia, que aunque actuaría
a pedido de Planificación, cargaría
con el peso de una eventual resolución
en este sentido.
La expropiación en los términos
previstos implica que el Estado se hará
cargo del pasivo, superior a los 1000 millones
de dólares. Pero para el Gobierno,
incluyendo el oficialismo parlamentario,
esto no sería demasiado gravoso,
habida cuenta de que gran parte de ese paquete
son deudas a favor de la propia caja estatal:
Banco Nación, AFIP, Fuerza Aérea,
Migraciones. O empresas mixtas como Aeropuertos
Argentina 2000, en la que se está
por formalizar el ingreso público.
El resto de las obligaciones comerciales
serían “fácilmente renegociables”,
según se entusiasman en el Gobierno,
que ya conformó un grupo de trabajo
abocado a esa tarea.
La batalla con el accionista privado puede
que no termine con la sanción de
la nueva ley. Entonces Marsans puede acudir
a la Justicia local para discutir la decisión
oficial de rescatar las líneas aéreas
por el valor simbólico de un peso,
según se prevé. Pero esa discusión
judicial no sería óbice para
que el Estado asuma la conducción
plena del grupo privatizado hace diecisiete
años.
Esa posesión, sin embargo, no parece
un cometido fácil. A través
de sus gestores locales, los españoles
siguen demandando que se designe a un tercer
valuador, que debería arbitrar entre
las cotizaciones negativas del Tribunal
de Tasación y la positiva del Credit
Suisse, contratado por Marsans. Ese árbitro
es una opción contemplada en el acta-acuerdo
que firmó Planificación con
esos accionistas el 17 de julio, cuya vigencia
formal expiró a mediados de septiembre
pero que está prorrogada de hecho
por un críptico acuerdo de partes,
cuando aún funcionaban los pactos
de caballeros entre el comprador y vendedor.
Ese mismo documento es el que creó
un comité de transición, integrado
por representantes de Marsans y del Gobierno
bajo el comando de Julio Alak. Si el acta
ya no tiene validez –como argumenta
el Gobierno cuando alude a la ley de rescate
accionario, primer paso para la expropiación–,
ese cuerpo de conducción mixto tampoco
tiene sustento legal. Justamente ahí
apuntaron ayer los accionistas privados
en una reunión de directorio, en
la que quisieron darle plenas facultades
administrativas a uno de sus hombres, ex
director de Asuntos Públicos devenido
subgerente general, Jorge Molina.
Como este cambio no estaba contemplado
en el orden del día (inclusión
que debe realizarse con cinco días
de anticipación), los directores
estatales amenazaron con impugnar una resolución
en este sentido. El cónclave se levantó
entonces hasta el martes a las 10.30 de
la mañana. Seis días clave
para que el Estado vea cómo conservar
el control de las compañías
de las que es principal acreedor y en las
que desde julio aportó alrededor
de 300 millones de dólares.