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La Nación - Nota - Economía
& Negocios - Pág.1
Una gran puesta en
escena
Habían pasado seis horas desde que
el vicepresidente Julio Cobos había
pateado el tablero político con su
voto "no positivo" a la aplicación
de retenciones móviles a la exportación
de granos. Era la madrugada del 17 de julio.
En el Ministerio de Planificación
Federal, el secretario de Transporte, Ricardo
Jaime, y los apoderados de Marsans se daban
la mano y sonreían mientras presentaban
el acuerdo que habían sellado para
vender Aerolíneas Argentinas y Austral
al Estado.
El Gobierno había apurado un contrato
para poder dar un golpe de efecto en la
misma mañana en la que el país
se desayunaba con el inesperado rechazo
a la resolución 125, que imponía
las retenciones móviles.
Fue el inicio formal de una puesta en escena
que ayer sumó un nuevo capítulo.
Ninguno de los que se daban la mano aquella
convulsionada mañana creía
en lo que había firmado. El Estado
jamás tuvo intención de pagar
más que un valor simbólico
por las dos compañías y en
Marsans, más allá de las risas
que en público se prodigaban los
ejecutivos con Julio De Vido, sabían
que lo que habían firmado nunca sería
una compraventa convencional.
Así empezó el desaguisado.
Días más tarde, la Casa Rosada
envió el proyecto de ley para que
el Congreso aprobara la compra de la empresa.
El texto de la iniciativa contenía
algunos argumentos que dejaban tan mal parados
a los españoles de Marsans, por su
fallida gestión, como al propio Gobierno,
por sus paupérrimos controles sobre
el sector.
Todo se desvirtuó. Los españoles
empezaron a ver como cierta la posibilidad
de que les expropiaran la firma y el Estado
empezó a hacer rodeos surrealistas
como para no obedecer el contrato de compraventa
que había firmado meses atrás.
Lo de ayer fue otro capítulo más.
Desde las 14 hasta las 14.45 Ricardo Jaime
estuvo en las oficinas de Aerolíneas,
en Lavalle y Bouchard, para notificar una
decisión judicial, una tarea que
hacen los oficiales notificadores y no los
secretarios de Estado.
El funcionario se encargó de que
lo arropara una gran cantidad de medios,
locales e internacionales, para mostrar
el avance judicial sobre la empresa. Subió
a las oficinas de la empresa y bajó
sonriente. "La Justicia ha dispuesto
la intervención de las compañías",
dijo el secretario. La Nacion preguntó
si era una intervención judicial
o si era un veedor. "Bueno, se trata
de un veedor", afirmó.
La diferencia no es menor. Mientras una,
la intervención, es una medida mediante
la cual la Justicia se hace cargo de la
operación de la empresa, la otra,
la colocación de un veedor, sólo
faculta al funcionario judicial designado
a "meter las narices" en la empresa
como para confeccionar un informe y enviarlo
al juez. Sólo eso, nada de tareas
de gestión.
Fue otro capítulo más, en
el que participaron actores protagónicos
como Jaime o el secretario legal del Ministerio
de Planificación Federal, Rafael
Llorens. Desde la platea pocos creen en
el libreto que repiten los protagonistas.
El fin de la obra ya está escrito
y seguramente será una expropiación.