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Página 12 - Nota - Economía
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ECONOMIA › LA ESTRATEGIA OFICIAL PARA
QUEDARSE CON AEROLINEAS ARGENTINAS
Rescate sin nuevos aportes
>La ley de “rescate accionario”
le permitiría al Estado capitalizar
el equivalente a poco más de 200
millones de dólares que puso desde
julio y recuperar por la vía de una
eventual intervención el “servicio
público”.
Por Cledis Candelaresi
El Gobierno se dispone a rescatar las acciones
de Aerolíneas Argentinas y Austral
sin aportar dinero adicional al que ya desembolsó
para sostener esas compañías.
La estrategia todavía se está
puliendo en las oficinas de Planificación,
donde impera el criterio de no revelarla
hasta el próximo miércoles,
día en el que se de-sarrollará
la asamblea de accionistas. Las variantes
consideradas por estas horas no son muchas
y están basadas en la propia ley
de rescate accionario votada en septiembre.
Según la interpretación oficial,
esta norma le permitiría al Estado
capitalizar el equivalente a poco más
de 200 millones de dólares que puso
desde julio hasta ahora y recuperar por
la vía de una eventual intervención
el “servicio público”,
cuya prestación está en riesgo
por cuestiones imputables al accionista
privado. De esta manera, Marsans debería
irse declinando su pretensión de
cobrar algo y el Gobierno eludiría
el recurso de última instancia, como
la expropiación lisa y llana, que
luego debería avalarse por una ley
específica.
El accionista español es aún
formalmente el dueño mayoritario
y soberano en la asamblea de accionistas.
En virtud de esa potestad, durante el último
cónclave aprobó el balance
2007 y pasó a cuarto intermedio hasta
el 12 de noviembre, cuando inevitablemente
debería considerarse el “de
corte”, que cerró a mediados
del 2008. El primero descubre que la empresa
tiene un rojo operativo de 82 millones de
pesos, monto que subiría a 1004 millones
seis meses después.
Ese rojo genera un dilema: si para esto
es válida la Ley de Sociedades, la
empresa se capitaliza o se disuelve. Aquí
un elemento que podría utilizar el
Gobierno para forzar una solución
con Marsans, en apariencia imposible por
una vía consensuada.
Que Aerolíneas está en quiebra
técnica y eventual disolución
no es un secreto para nadie. Pero hasta
ahora, ninguna instancia estatal actuó
de oficio como hubiera correspondido ante
esta situación. La Inspección
General de Justicia podría tomar
cartas en el asunto, lo que comprometería
la personería de Interinvest, sociedad
jurídica que los españoles
crearon para poder operar en el mercado
argentino como socios mayoritarios de una
línea aérea. El juez que entiende
en el concurso, Jorge Sícori, tampoco
se avino a disponer la intervención
de la empresa, aun cuando supo que el pasivo
post concursal rozaba los 1000 millones
de dólares. Todos esperan una solución
política, hallazgo del máximo
nivel del Gobierno.
Esto estaría animando al secretario
de Transporte, Ricardo Jaime, y al subsecretario
Legal de Planificación, Rafael Llorens,
a una jugada más audaz, que comenzaría
a instrumentarse el miércoles, pero
que podría coronarse luego con una
ley. Cuentan a favor con la ley 26.410 de
rescate accionario, que nadie objetó
formalmente.
La norma proporciona dos herramientas clave.
Una consiste en haberle devuelto a la actividad
aerocomercial el carácter de “servicio
público”, lo que le da al Estado
mucho más margen de maniobra para
recuperar la empresa, argumentando el incumplimiento
de la prestación de parte de los
españoles. La drástica pauperización
del servicio y probada falta de inversión
son dos pruebas contundentes en este sentido,
que habilitarían una eventual intervención,
vía Inspección General de
Justicia.
Pero la ley también precisa en carácter
de qué se hacen los millonarios aportes
que vino concretando el Estado para cuestiones
tan básicas como el pago de sueldos
o los leasing o, al menos, abre la puerta
para una eventual capitalización.
Este será otro elemento de presión:
o los accionistas privados resuelven el
problema del patrimonio negativo aportando
fondos frescos para evitar la liquidación
o lo hace el accionista minoritario que,
por la vía de un asiento contable,
aumentará drásticamente su
participación accionaria, que hoy
es de sólo el 5 por ciento.
Según la interpretación oficial,
la mentada ley habla de “rescate”,
en primer lugar, y “compra”
sólo en segundo término. El
orden en el que se dispusieron ambos pasos
no sería indiferente a la estrategia
para resolver una situación compleja,
en la que es imposible que el Gobierno se
ponga de acuerdo con Marsans sobre un eventual
precio. En la lógica oficial, la
prioridad es rescatar y no comprar.
Jaime quiere ir a la Comisión Bicameral
para hacer saber a los legisladores que
la única cotización coherente
es la del Tribunal de Tasaciones de la Nación,
que fijó un valor negativo: éste
oscila entre los 832 y 622 millones de dólares,
según el método de valuación
utilizado. Pero básicamente pretende
expresar in situ por qué el trabajo
del Credit Suisse, contratado por Marsans,
no puede considerarse como algo serio.
La tasación negativa le impide al
Estado pagar algo. Si a esto se suman los
descomunales aportes para sostener a las
compañías y un pasivo voluminoso
del que tendría que hacerse cargo
el Estado (en rigor, más de un tercio
corresponde a acreencias estatales que nunca
serán honradas), Planificación
descuenta que sólo restan trámites
formales para recuperar Aerolíneas
y Austral.
La posibilidad de que los españoles
acudan a tribunales internacionales reclamando
una indemnización, no preocupa. En
instancias como la del Ciadi, los accionistas
extranjeros invocan tratados bilaterales
que protegen las inversiones foráneas.
Ahí el talón de Aquiles de
Marsans. “No invirtieron”, sentencian
en el Gobierno, lo que invalidaría
el planteo privado. Luego, habrá
que probarlo.