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Página 12 - Nota - Economía
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DESENCUENTRO ENTRE EL GOBIERNO Y MARSANS
EN ASAMBLEA DE AEROLINEAS
Más cerca de la intervención
>La junta de accionistas que debía
decidir el destino de Aerolíneas
y Austral había sido postergada,
pero igual se hizo. Las impugnaciones cruzadas
bloquearon una salida. Ahora sólo
queda un recurso de última instancia
o el desbarranque.
Por Cledis Candelaresi
Después de la desprolija asamblea
de accionistas de ayer, Aerolíneas
Argentinas habría quedado más
cerca de la intervención, que el
Estado podría disponer per se o apelando
a la Justicia. El cónclave sirvió
para expresar nuevamente las diferencias
de criterio entre los representantes de
Marsans y los delegados estatales, pero
no para tomar una decisión que saque
a la compañía y a su controlada
Austral de su actual estado de disolución,
debido a su patrimonio neto negativo. Después
de haber excluido ese punto del temario
el día anterior, los españoles
amagaron con “capitalizar” 100
millones de pesos, cifra irrisoria en relación
al rojo actual. El Estado propuso “reintegrar”
capital por ese monto, lo que le hubiera
permitido reestatizar con esa sola maniobra
y sin poner más dinero.
A instancia de Marsans, se aprobó
el balance de corte a julio del 2008. En
virtud de éste, el rojo patrimonial
de las líneas aéreas trepa
a poco más de 1000 millones de pesos,
casi la mitad del identificado por la Auditoría
General de la Nación, para quien
el agujero es de 2190 millones. Una empresa
que se devoró su patrimonio no sólo
está técnicamente quebrada,
sino en condiciones de ser disuelta, según
lo dispone la ley de Sociedades. Pero esa
misma norma establece dos procedimientos
para salvar ese rojo. En apariencia semejantes,
pero de consecuencias diferentes en este
caso.
Según los abogados estatales, la
capitalización es un mecanismo de
instrumentación lenta al que puede
apelarse en cualquier momento y cuyo efecto
inmediato es expandir el capital, aumentando
con ello el valor de las acciones de la
sociedad. En este estado, Aerolíneas
y Austral valen 0 y capitalizándolas
según ese mecanismo, le hubieran
dado un precio.
El reintegro es una figura más precisa
para un cuadro crítico, ya que consiste
en cubrir el rojo de un capital menguado,
pero sin que esto tenga efecto sobre el
valor total. Apelando a esta fórmula,
el Estado aspiraba a superar el estado de
disolución. Para ello hubiera utilizado
como aporte los fondos que ya desembolsó
en los últimos meses y por esta vía
hubiera podido capturar el 100 por ciento
de las acciones. Sin dinero adicional, sin
discutir tasaciones y sin siquiera darle
participación al Congreso. No pudo
ser.
El día anterior, Marsans modificó
en una reunión de directorio el orden
del día previsto para la asamblea
de ayer y excluyó el punto de la
capitalización, reservándolo
para una futura reunión, a realizar
el 18 de diciembre. Lo hizo preventivamente,
para evitar que el Estado pudiera cumplir
su cometido y quedarse con la compañía
en un sólo paso formal y, de paso,
ganar tiempo para seguir presionando por
un precio.
Pero ayer los representantes de los españoles
fueron a la asamblea con el planteo de capitalizar
100 millones de pesos y cubrir así
el rojo patrimonial que se deriva de los
balances cerrados a diciembre de 2007. Aunque
a juicio de los delegados estatales resultaba
poco creíble que Marsans desembolse
un billete cuando su afán es irse
cobrando por la cesión accionaria,
se opusieron. Y al estar el punto fuera
del orden del día, no tuvo la unanimidad
estatutaria que se requiere para tratarlo.
El representante por el Estado, el secretario
Legal y Técnico de Planificación,
Rafael Llorens, fue con el mandato de pedir
el reintegro.
Presunto modo de reestatizar rápido
y eludiendo otros poderes. Naturalmente,
los accionistas privados se opusieron.
“Somos piezas difíciles a
la hora de negociar”, se jactaba ante
este diario un vocero de los españoles
poco antes de la asamblea, en la que Marsans
planeaba también analizar la designación
de directores y sus honorarios. Los accionistas
privados no dejan de destacar con malicia
que, ante las millonarias pérdidas,
el ex director por el Estado y actual legislador
Ariel Basteiro, tendrá que devolver
el dinero que habría retirado como
remuneración a cuenta de las utilidades
que no fueron.
Basteiro, a semejanza de otros legisladores,
es partidario de la expropiación.
Pero este podría ser el último
mojón de un camino que empezaría
por la intervención, a disponer por
decreto o resolución o a través
de la Justicia, invocando previamente la
situación de riesgo en la que se
encuentra el servicio público prestado
por Aerolíneas y Austral. Una salida
que se analiza en los despachos oficiales
como recurso de última instancia
ante la falta de acuerdo con los españoles.
Cuando Ricardo Jaime visite hoy la Comisión
Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones,
quizás dé una pista del próximo
a dar por el gobierno.