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25/10/2008 03:42
La Nación - Nota - Información General - Pág.22
Una empresa dividida por intereses

Por Diego Cabot
De la Redacción de LA NACION


Y un día volvieron los paros, las cancelaciones, las demoras y las protestas a la vida de Aerolíneas Argentinas y Austral.

Hubo varios meses de tregua sindical y puntualidad que empezó el 17 de julio, cuando los aún dueños de la compañía aérea, los españoles de Marsans, y el Gobierno, se pusieron de acuerdo en avanzar hacia la estatización de la empresa. Pero ayer terminó todo.

El conflicto y el paro de ayer son sólo una muestra de la feroz pelea que sacude a la vida interna de las dos empresas. Ante la llegada de un nuevo dueño, los gremios tratan de marcar sus territorios. Por otro lado, los empresarios y el Gobierno buscan sacar provecho a costa de la empresa para estar mejor parados en la negociación final en la que se discute de quién serán las empresas y cuánto se pagará por ellas.

Según la empresa, en la mañana de ayer, cinco aviones de Austral quedaron en aeropuertos lejanos con algunos problemas técnicos. ¿Casualidad? Puede ser. Pero la coincidencia desató las sospechas. Un alto ejecutivo de la empresa elaboraba la siguiente hipótesis. El sindicato de pilotos de Austral [UALA, enfrentado con los pilotos de Aerolíneas nucleados en APLA] tiene temor de que se unifiquen los gremios y quedar presos de la voluntad de sus rivales de Aerolíneas. Mostraron su poder de fuego, razonó.

Los pilotos de Austral negaron haber sido los iniciadores del conflicto. Fuentes de UALA dijeron a LA NACION que no se tomó ninguna medida orgánica que afectara el servicio.

Más allá de quiénes fueron los iniciadores, las movidas gremiales de estos días tienen como telón de fondo la estatización de la empresa. Desde el apoyo y la puntualidad suiza de los pilotos de Aerolíneas, que antes tomaban medidas de fuerza con frecuencia, hasta las demoras y cancelaciones de ayer.

La empresa está partida. Formalmente, la compañía está manejada por un comité de transición conformado por un dos representantes del Estado y dos de Marsans que reportan a un gerente general, Julio Alak, elegido por consenso. En los hechos hay una doble línea interna en pugna constante. Por un lado los actuales dueños, Marsans, y por el otro, los futuros compradores o expropiadores, el Estado.

En algo concuerdan ambas partes: la vida interna de la empresa es tremendamente complicada. La operación, el día a día, es muy difícil. Hay una falta de definiciones muy grande, dice un ejecutivo cercano a los intereses del Estado. Un colega, que representa a Marsans, dice prácticamente lo mismo.

En el medio de tantos intereses está el pasajero, el más indefenso.

 

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