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19/10/2008 05:32
La Nación - Nota - Opinión - Pág.25
Un plan para huir de otro default

Por Joaquín Morales Solá

VAGAMENTE, aparecen los primeros trazos de un plan. No deja de ser un mérito tardío, pero mérito al fin. El primer paradigma de ese programa consiste en una fuga disimulada del Gobierno de cualquier riesgo de un nuevo default. La vertical caída de los precios de las materias primas en los mercados internacionales y el cargado cronograma de pagos de la deuda pública en los próximos dos años habían instalado el fantasma de otro default argentino. La virtud del plan es que no hay plan, dice un ministro. Hay plan. Malo o bueno, explícito o tácito, pero lo hay.

Muy atrás quedaron los pavoneos oficiales de pagarle todo y en el acto al Club de París. Se postergó también el proyecto de salir rápidamente del viejo default con los holdouts (los bonistas que no entraron en el canje de Lavagna). El Gobierno comenzó por refinanciar sus próximos vencimientos. Los préstamos garantizados, una de las últimas decisiones que tomó Domingo Cavallo en los tiempos agónicos de Fernando de la Rúa, significan vencimientos por unos 5000 millones de dólares en el próximo año y medio.

Los tres bancos que actúan como agentes de la refinanciación se comprometieron a renegociar esos préstamos con bonos a más largo plazo. Las urgencias financieras inminentes podrían mermar si eso se concretara. Néstor Kirchner, arquitecto y capataz de la economía es, al fin y al cabo, un caudillo conservador.
La propuesta de los bancos de canjear la vieja deuda en default venía con una promesa de plata fresca por unos 2500 millones de dólares. No hay plata fresca en este mundo. No la hay para la Argentina ni para nadie. Todos los que tienen plata están sentados sobre ella, se quejaron los que escucharon a los banqueros. ¿Podría reemprenderse más adelante ese plan de canje? Los Kirchner se aferraron a la plata fresca. Sin ella, volverán a la antigua renuencia para pagarles a los bonistas remisos. Y nadie sabe cuándo, cómo ni dónde volverá a circular el dinero en el mundo.

El país político se metió al mismo tiempo en un debate sobre el tipo de cambio. Los industriales y algunos ruralistas lo quieren más alto. Los gremialistas anuncian que si trepara el precio del dólar ellos pedirán aumentos salariales para compensar la eventual inflación. Los industriales replican que ellos son víctimas de una economía que se ha frenado en seco. En lo que va del mes, hubo una cancelación del 20 por ciento de las compras de automóviles comparadas con las ventas de septiembre; éstas, es cierto, fueron un inexplicable récord histórico. Ningún empre sario trasladará el dólar a los precios en estas condiciones, señalan los dirigentes patronales.

Los propios sindicalistas, o algunos de ellos, amagan pero no pegan. Hugo Moyano sabe que las cosas cambiaron drásticamente. Hasta hace dos meses le gustaba hablar de puja salarial o de redistribución del ingreso. Ahora se trata de conservar el empleo. Otros sindicalistas no se han notificado de que otro mundo ha nacido. Los empresarios aseguran que ellos podrán aguantar hasta marzo echando mano a las vacaciones, a algunas suspensiones y a la eliminación de horas extras. Si en marzo seguimos igual que ahora, una ola de despidos será inevitable, pronosticó un destacado líder empresario.

El Gobierno divaga sobre el tipo de cambio. Tiene derecho. A ningún gobierno se le puede pedir que anticipe cuánto costará el dólar. Algunos empresarios que visitaron a ta Presidenta creyeron percibir un apoyo a cierta devaluación encubierta. Otros oyeron todo lo contrario. El principal argumento de los devaluacionistas es que ya devaluaron los principales socios comerciales de la Argentina: Brasil, México y Chile. La Argentina quedó, según ese razonamiento, en malas condiciones. Debe hacerse una aclaración: Brasil, México y Chile comenzaron en los últimos días un proceso de revaluación de sus monedas. En cambio, las devaluaciones en la Argentina llegan para no irse nunca más.

Un proceso evidente de devaluación local dispararía el dólar rápidamente. ¿Está el Gobierno en condiciones de sacrificar 5000 millones de dólares de reservas sólo para frenar una escalada cambiaría? Hay que ver primero en cuánto quedan los valores definitivos de las monedas en Brasil, México y Chile, señala el Gobierno. Esto es lo que los funcionarios llaman un tipo de cambio administrado. Es decir, un valor del dólar que pueda subir o bajar de acuerdo con las condiciones internacionales.
También el comercio exterior es ahora un sistema administrado. Los 120 productos a los que les aplicaron mayores aranceles para la importación proceden fundamentalmente de Brasil y de China. El Gobierno no está consolando sólo el llanto de los industriales locales. También está abriendo la brecha del superávit de la balanza comercial; es decir, está juntando dólares. Necesita más dólares para pagar sus deudas; el plan consiste, otra vez, en huir de un nuevo default.

El superávit fiscal desapareció de hecho con la actual caída de los precios de las materias primeras. El superávit sirve para pagar las deudas. El presupuesto por el que se pelean en el Congreso fue escrito cuando regían otros precios en el mundo. El Gobierno confía en un rebote del precio de los alimentos. Puede ser. Pero no es algo que la administración local pueda manejar. Un ajuste del gasto es difícil de asimilar para un gobierno que deberá enfrentar una elección crucial el próximo año; la debilidad los asedia. Pero tendrán que hacerlo, aunque los Kirchner nunca gobernaron la penuria.

Son, además, rehenes de su historia. Los pilotos de Aerolíneas Argentinas le arrancaron a la empresa, controlada ahora por el Gobierno, un aumento que quizás les correspondía. Sucede, no obstante, que esa empresa tiene pérdidas mensuales por varios millones de dólares.

No hay acuerdo entre argentinos y españoles por Aerolíneas Argentinas. Titubea la relación entre Rodríguez Zapatero y los Kirchner, aunque la administración de Madrid sólo reclama que se cumplan los acuerdos firmados. Avanza en las sombras, en cambio, un intento de acuerdo para que los dueños españoles se queden con Austral y entreguen Aerolíneas Argentinas a cambio de nada. La propiedad de Austral debería ser compartida con un socio argentino; vuelve a hablarse del empresario local Juan Carlos López Mena. Hay intermediarios privados, pero también hay escepticismo.

El problema será el seguro veto de los sindicatos. Los Kirchner también son rehenes de los sindicatos aeronáuticos. Austral nació como una empresa privada, al revés de Aerolíneas Argentinas. Sea como fuere, no puede un grupo de sindicatos manejar la política exterior del gobierno con España, con un país con el que hay estrechas relaciones históricas, estratégicas y económicas. No sería una novedad: ya una asamblea de vecinos controla otra relación estratégica, la de la Argentina con Uruguay.

Julio De Vido está más preocupado por los sindicatos que por la política exterior. El influyente Carlos Zanini está más pendiente de España que de los pilotos. ¿Qué quiere Néstor Kirchner, el autor político de la estatización de Aerolíneas Argentinas? Somos un equipo, les dice ahora a sus interlocutores cuando les habla de la Presidenta. Ya no se refiere a Cristina como la última instancia política del país. El plan incluye también, por lo que se ve y se oye, cierta sinceridad sobre las cosas del poder, incluido el peligro de otro default.

 

 

 

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