14/09/2008
Perfil - Nota - Política - Pág.58
Entrevista a Pino Solanas
“Perón
hoy no estaría en el PJ”
El ministro de Seguridad y Justicia atribuyó
la quema de vagones del tren Sarmiento al
reciente estreno de su película:
“La próxima estación”,
donde realiza un ensayo sobre el ferrocarril.
El mítico director, a 40 años
de haber filmado “La hora de los hornos”
y grabado en Madrid los dos testimoniales
de Perón, está más
allá del bien y del mal. Con la libertad
que le permite esa condición, Fernando
“Pino” Solanas reparte palos
contra oficialistas y opositores. Dice que
varias veces se sintió usado y que
los Kirchner se han hecho expertos en crear
espejismos.
Por Jorge Fontevecchia
—El primer juicio de varias
decenas que Menem, su familia y sus funcionarios
le hicieron a Editorial Perfil fue justamente
por un reportaje hecho a usted por la revista
“Noticias” en 1991. El título
era “Menem y su pandilla”.
—Me acuerdo de que fue tapa de la
revista y sorprendió mucho. Decía
que Menem era el jefe de una pandilla que
estaba saqueando el patrimonio público.
Eso derivó en un juicio contra la
periodista, contra mí y contra usted
también. Ratifiqué mis dichos
dos meses después y di una conferencia
de prensa.
—Está en YouTube y
es interesante verlo hoy, diecisiete años
después, diciendo exactamente lo
mismo que dice hoy.
—Hablé media hora frente a
la gente que se agolpaba en las escalinatas
de Tribunales.
—Además de ese y otros
tantos juicios, con bombas dos veces volaron
el frente de la planta de impresión
de Perfil, pero usted fue baleado y herido
en sus piernas por dos desconocidos. ¿Cómo
asocia ese hecho con su oposición
al menemismo?
—Directamente. Fue una advertencia.
Me venían amenazando, pero uno piensa
que la racionalidad funciona… La verdad
es que no funciona. Cuando uno ve las barrabasadas
que se han hecho escapando a la lógica
de la política…
—¿Cuál lógica?
—Que si el presidente de la Nación
había iniciado un juicio por injurias…
Sentí que no se iban a meter conmigo
porque estaba en pleno proceso. La nota
de Noticias fue en marzo y dos meses después,
el 22 de mayo, fue el atentado… Había
recibido amenazas, pero en aquella época
la técnica de la amenaza era corriente.
—Pero a usted le balearon
las piernas, eso es otra cosa.
—Supuse que estaba resguardado. Pero
no fue así. Cuatro días antes,
había publicado una contratapa en
Página/12 en la cual decía
que con el juicio me estaban queriendo amedrentar,
y volví a reiterar lo que había
dicho en el reportaje de Noticias.
—¿No se imagina la
misma situación en la Argentina de
hoy?
—Aquel campanazo me enseñó
que cualquiera de las hipótesis o
de los escenarios es posible. Después,
algunos de mis abogados tuvieron relación
con funcionarios que habían trabajado
en el Ministerio del Interior y les confesaron,
off the record, que quien intervino fue
la cueva 8 de la SIDE. Aquello fue un operativo
bien montado…
—Hicieron correr a la persona
que estaba a su lado para dispararle sólo
a Ud., lo hicieron a las piernas y le dijeron
que la próxima vez era en la cabeza.
—En los primeros tiros yo estaba
de espaldas, y uno solo, a esa distancia,
habría acabado conmigo si hubieran
querido matarme. Pero la intención
era callarme, o que me fuera del país.
—¿Eso lo llevó
a dedicarse a la política de manera
partidaria?
—Yo salí a enfrentarlo, lo
hice responsable a él. No iba a jugar
yo a las escondidas. Había pasado
ocho años afuera, había regresado
de un largo exilio y no me iban a sacar
ni me iban a callar. Claro que fue un cambio
en mi vida. Estaba terminando el rodaje
de El viaje, y no la pude terminar. El atentado
físico estuvo acompañado por
un atentado económico monumental
porque yo tengo una pyme cinematográfica,
una productora que se construye sobre la
base de mi trabajo, y cuando yo no trabajo,
entra en paro.
—Las consecuencias de aquel
reportaje de “Noticias”: el
juicio y la balacera, dieron inicio a su
vida como político profesional.
—Totalmente. Pero yo no tomé
la decisión. Desde aquella misma
noche, empecé a recibir una ola de
estímulos, de apoyo. Ni por asomo
había pensado en dedicarme a la política,
lo cual no quiere decir que no estuviera
comprometido con el acontecer político
del país, pero desde la cultura.
En esos meses fui recibiendo a mucha gente
y comprendí que quizá podía
ayudar a la recomposición de una
oposición en la Argentina. En enero
del ’91, Menem desembarcaba en París
y le daban el doctorado honoris causa en
la Sorbona. Y en la comitiva iba una galería
de personajes políticos… Hasta
Guillermo Estévez Boero iba…
y Alain Touraine escribía dobles
páginas en Le Monde elogiando el
giro a la modernidad de Menem. Habían
creado una gran confusión y eran
momentos de soledad, porque ante el mundo
aparecía como un hombre ligado al
progreso…
—¿No teme que la cueva
8 de la SIDE haga, hoy, lo mismo?
—Siempre es posible. Desde que tomé
la decisión de enfrentar las cosas,
supe con plena conciencia que eso podía
pasar en cualquier momento.
—¿Esa confusión
que inicialmente Menem generó dentro
del peronismo y confundió a las figuras
progresistas que Ud. menciona se repite
o se repitió con Kirchner?
—Sí, por supuesto. Es otra
variante.
—¿El peronismo post
Perón tiene una enorme capacidad
de generar confusión?
—Sí. Voy a eso. En el año
’68 visito a Perón en Madrid
por La hora de los hornos…
—Y luego usted graba dos
célebres testimonios de Perón.
—Eso fue en el ’71. Se entabla
una relación muy afectuosa. El está
de acuerdo en hacer dos grandes testimonios,
y yo empiezo a estudiar todo lo dicho por
Perón como si estuviera estudiando
el Código Civil, estudié y
decodifiqué su pensamiento. Me preparé
muy bien junto con Octavio Getino y Gerardo
Vallejo y fuimos a filmar estos dos largos
documentales. Le estoy diciendo esto para
que se dé cuenta del impacto monumental
que tuvo en mí el travestismo infame
que el pensamiento de Perón fue sufriendo
ya antes de Menem. La generación
de la renovación empezó a
desviarse radicalmente. Y Menem es el escándalo.
A la semana de asumir, dijo que iba a hacer
el programa de la UCeDé. Y nombró
como ministro de Economía al gerente
general de Bunge y Born. Incluso, después,
dijo: “Si yo hubiese dicho lo que
iba a hacer, nadie me votaba”. Para
quienes creíamos que la práctica
política tenía que ser la
expresión de una ética de
la Nación, una síntesis de
principios… todo aquello fue tremendo.
Lo que se hizo con el pensamiento de Perón
y Evita fue tremendo. Se hizo exactamente
lo contrario.
—¿Por qué el
radicalismo paga el costo político
del fracaso de De la Rúa o la hiperinflación
de Alfonsín y el peronismo logra
echarle la culpa a sus dirigentes fracasados
como si fueran de otro partido? Hoy Menem
no fue un verdadero peronista y dentro de
algunos años quizá se argumente
que tampoco Kirchner fue un verdadero peronista.
¿La fuerza del peronismo reside en
su plasticidad?
—Hay una suerte de plastilina que
se acomoda a las circunstancias. No soy
amigo de decir que ése es el peronismo.
El peronismo es una especie de territorio
cultural en el cual resistió el pueblo
argentino a la pérdida de sus derechos.
Lo otro es el aparato político: el
Partido Justicialista llamado PJ.
—¿Se dividirá
el PJ en un ala de centroderecha y otra
de centroizquierda?
—No. Algunos pudieron haber creído
que Kirchner iba en camino a representar
otra cosa. Pero no, la asunción de
la presidencia del PJ lo resumió
todo. Es el PJ. Néstor Kirchner navegó
durante 10 o 12 años por los intestinos
putrefactos del justicialismo. Se comió
todo. Estuvo con Cristina en la Asamblea
Constituyente de Santa Fe del ’94.
Hicieron lobby para traspasar las riquezas
de su suelo a las provincias, es decir sentar
las bases de movimientos secesionistas en
Argentina. Cuando veo a Kirchner o a Cristina
ir en ayuda de Evo Morales frente a la secesión
que le hacen las provincias de la medialuna,
es de una hipocresía absoluta. Porque
ellos lo hicieron en el ’94 y en el
’96. Néstor Kirchner modifica
la Ley de Hidrocarburos y les pasa todos
los yacimientos a las provincias, y en 2007
presenciamos en silencio la segunda ola
de privatización del petróleo
en la Argentina. Y la clase dirigente cerró
el pico.
—¿Qué diría
Perón hoy de Kirchner?
—Que es el hombre que concedió
la segunda privatización del petróleo
en la Argentina a diez años de recuperar
todas las concesiones. Permitir que las
reservas que le quedan a la Argentina se
prolongaran por 30 años más
es una canallada que no tiene nombre. No
me cabe duda de que Perón lo señalaría
como un acto de traición a la Patria.
Con 50 mil millones de dólares en
el Banco Central, después de haberle
pagado de un saque al Fondo Monetario. No
había presiones internacionales.
No hay excusa.
—¿Es el PJ un sistema
de poder donde el jefe manda mientras es
ganador de elecciones y cuando deja de serlo
lo sustituye otro que represente la ideología
ganadora, aunque sea la opuesta?
—Eso es el justicialismo. Desaparecido
un líder, un conductor, en la historia,
y Perón lo dice en mis películas,
no lo sucede otro gran conductor, lo sucede
una organización. Y esa organización
no se llegó a construir.
—¿Perón hoy
no sería justicialista?
—En absoluto. Perón sería
el líder de un partido nacional-popular-democrático.
Y eso no es el conglomerado del PJ disfrazado
con algunas medidas progresistas, como su
política de los derechos humanos
y volver al rumbo del Mercosur. El resto
hoy no se ha apartado de las esencias de
las políticas neoliberales de Menem.
La ley financiera de Martínez de
Hoz está presente. La podrían
haber derogado hasta con un simple decreto.
Esa ley le impide al crédito público
ir en auxilio de la empresa nacional, la
pequeña y mediana empresa, porque
no puede ir en auxilio de empresas que no
tienen la suficiente solvencia. Ese crédito
lo utilizan las multinacionales. Este es
un escándalo absoluto. Kirchner sigue
ejecutando el mismo modelo impositivo de
Menem. Por cada punto que bajara del IVA,
1.400 millones de dólares quedarían
en el bolsillo de los consumidores argentinos.
Esto, más la política de extracción
y saqueo de los recursos naturales más
valiosos del país, la minería
y el petróleo, que se extraen y se
exportan a declaración jurada sin
ningún control público.
—En su última película,
“La próxima estación”,
denuncia al lobby automotor (autos, camiones
y petróleo) como primer gran factor
de presión contra el ferrocarril.
Y, bajo el liderazgo de Moyano, el sindicato
de los camioneros se transformó en
accionista del tren Belgrano Cargas con
el argumento de controlar a la competencia.
—El poder de los camioneros es monumental.
Pueden parar un país que llegó
a ejecutar una medida tan demencial y perversa
como la supresión del 80% de los
ferrocarriles. Toda la carga de mercaderías
y pasajeros pasó a las rutas. Es
decir que el poder del gremio es fundamental.
—¿El gran beneficiario
de lo que Ud. llama “ferricidio”
es el sindicato de camioneros?
—Por supuesto. Y todo el transporte
automotor.
—¿El sindicato de
camioneros es más fuerte porque no
hay un contrapeso en los ferrocarriles?
—Claro. La destrucción de
los ferrocarriles obedece al diseño
del Banco Mundial de golpear a la industria
nacional en serio. Después está
el negocio chiquito. ¿A quiénes
les damos los trenes residuales? A las empresas
interesadas en la destrucción del
transporte de pasajeros. Y el transporte
de carga se lo damos a los grupos económicos
que arreglan con nosotros. Por eso, el Ferrocarril
Belgrano Cargas, con 10 mil kilómetros
que nos unen con 14 provincias, ¿a
quién se lo dan? A Macri, una parte
también tiene Roggio, capitales chinos,
Moyano y... ¡¡¡Pedraza!!!
Pedraza, que ha logrado sobrevivir a pesar
de todos los saqueos y de las causas penales
que tiene. Cuando Kirchner viaja a China,
en el avión presidencial estaba la
mujer de Pedraza, presidenta del Consorcio
Unión Ferroviaria que administra
el Belgrano Cargas. Y en la mesa de recepción
en el Palacio San Martín, con el
presidente chino, está la mujer de
Pedraza.
—¿Qué opinaría
Perón de la actual conducción
de la CGT?
—Perón decía que un
movimiento no se hace sólo con los
puros y los buenos. Para cambiar el país
hay que generar una inmensa mayoría
de más del 50% o el 60%, y en ella
no son todos los puros, pero hay una conducción
que los contiene. Hoy la concepción
del PJ es que la política es un negocio.
Y estamos ante un gobierno que hace reparto
de negocios.
—¿Perón utilizaría
a Moyano?
—Por supuesto.
—¿Y qué pensaría
Perón de Chávez?
—Se identificaría plenamente.
Chávez me pidió todas las
películas de Perón, que es
para Chávez uno de los grandes referentes
latinoamericanos. Perón viene del
ejército y Chávez también.
Lo que el mundo de la política no
llega a comprender porque no ha vivido en
la corporación que es el ejército,
Chávez lo conoce muy bien. Y sabe
los límites y sabe cuáles
son los mandos. Perón decía
que a un ejército no lo manda la
mayoría de los oficiales. En un ejército
hay un 10% que piensa una cosa, otro 10%
que piensa otra cosa. Son los que disputan
el poder. Y hay un 80% que se alinea y hace
“saludo uno, saludo dos”, con
el que tiene el poder.
—¿Le resulta verosímil
que Chávez haya aportado dinero a
la campaña de Cristina?
—Eso es un disparate, porque 800
mil dólares son cuatro aceitunas.
Si el Gobierno nacional tuviera que depender
de una valija de 800 mil dólares…
Ahora, la valija existió, pero fue
la comisión que alguno cobró
por algo.
—¿Le sorprendió
que los mayores aportantes oficiales a la
campaña de Cristina Kirchner hayan
sido laboratorios medicinales y las derivaciones
que algunos de ellos tuvieron con el triple
crimen y el mundo de la droga?
—En los últimos 20 años
el Estado nacional ha sido penetrado por
las mafias de las drogas. En el año
’96 o ’97, un titular de primera
plana de Clarín decía: “El
Departamento de Estado ha detectado más
de mil pistas de aterrizaje clandestinas”.
Todos miraron para el costado. Las provincias
son feudos. Todas tienen sus pistas de aterrizaje.
En estos últimos 20 o 15 años,
la Argentina se ha droguizado. Y después
están las desprolijidades y las penetraciones
en el poder de todo tipo de negocios. Eso
es indudable.
—Ud. escribió que
hubo un “acuerdo de Kirchner con Menem
en 2005 habilitándolo para asumir
como senador”, que “significó
encajonar sus causas penales y el desplazamiento
del ministro Beliz, que investigaba sus
cuentas en Suiza”, mientras “quien
presidía la Comisión de Asuntos
Constitucionales del Senado era la senadora
Cristina Kirchner”. ¿Por qué
Kirchner pudo haber hecho eso?
—Arreglo hubo. Beliz investigaba
y perseguía las cuentas. Se encontró
un justificativo no muy elegante para desplazarlo
y nombran a Iribarne, que siempre ha sido
un hombre de estar en causas oscuras. Hasta
ese momento, las causas de Menem eran noticia
en los medios, y ahí empieza el declive
silencioso y bien armado. Por abajo hubo
una seria negociación.
—¿Cuál es su
conjetura?
—Necesitaría los votos del
Senado o la composición de los votos
en las cámaras y otras cosas.
—¿Que los ex presidentes
no sean investigados?
—Por supuesto que la negociación
con Menem buscaba apoyo del sector residual
del menemismo. Lo cierto es que Menem logró
que se retardaran todos sus procesos jugando
a que las causas terminan. Y también
es cierto que la presidenta de la comisión
era Cristina Fernández de Kirchner.
—Cuando Kirchner se agarró
los testículos durante la jura de
Menem como senador, ¿fue un gesto
para la tribuna que no se compadece con
la realidad?
—No lo persiguieron en ningún
momento.
—En su última película
bautiza esta época como la “la
patria subsidiada”, y alguien con
fama de conocer sobre el tema de la corrupción,
Luis Barrionuevo, dijo que este gobierno
era más corrupto que el de Menem.
¿Comparte ese juicio?
—Es más prolijo. Cuida más
las formas. Es difícil que sea más
corrupto que el de Menem. Tiene un oído
sensible al electorado que le da sustento
y no quiere perder. Le doy un ejemplo: después
de haberse tragado el quebranto de Aerolíneas
en los cinco años del gobierno kirchnerista
sin haber colocado una sola denuncia contra
Marsans, manda al Congreso, para resolver
en 60 días, un acuerdo con Marsans
para luego reprivatizar la compañía.
Un escándalo, y corrige. Después
de la experiencia del campo, se da cuenta
de que las posiciones duras y soberbias
de Néstor Kirchner ya no tenían
lugar. Por lo que se abrió el proyecto,
y lo que se votó fue bien distinto
de lo que mandaron al Congreso.
—Ud. escribió que
Kirchner y Menem “descuartizan a Perón”.
¿Cómo lo hace Kirchner?
—Profundiza la entrega del petróleo
y la minería.
—¿En algo más?
—Las primeras medidas que toma Perón
cuando llega al gobierno son: nacionaliza
los depósitos bancarios, nacionaliza
el Banco Central, nacionaliza el comercio
exterior. La Resolución 125 fue el
paraguas de la más grande defraudación
del Estado de los últimos 10 o 15
años: 1.700 millones de dólares
cobrados indebidamente por las exportadoras.
Se los cobraron a los productores y no se
lo liquidaron al fisco. Perón asegura
una infraestructura nacional de transporte.
Impulsa el nacimiento de los altos hornos,
la siderurgia. Es decir, todo lo que hace
a la infraestructura del país para
ganar soberanía y tener un proceso
de industrialización fuerte con cierta
independencia. Menem vende la flota marítima
y fluvial, Aerolíneas Argentinas,
y destroza los ferrocarriles. Kirchner en
cinco años no reconstruye nada. Mire,
con 7 mil millones de dólares, que
es el disparate que están anunciando
que le van a devolver al Club de París,
usted reconstruye todos los trenes interurbanos
del país, todas las flota marítima
y fluvial y Aerolíneas Argentinas.
—Ud. escribió que
los discursos del kirchnerismo “acerca
de la ‘ruptura neoliberal’,
el ‘modelo de desarrollo inclusivo’,
el ‘desendeudamiento’, la ‘reconstrucción
del Estado’, entre otros, son mitos
políticos, es decir, no existen como
tales en la realidad”. ¿Cómo
se logró instalar un relato sin correspondencia
durante cinco años?
—Son operaciones mediáticas
fuertes. Todo a la velocidad de un rayo.
El pago de la deuda del Club de París
viene a oponerse a un proceso judicial que
está en curso y que el Gobierno no
podría desconocer.
—¿La política
se reduce a la teatralidad?
—Enorme teatralidad. En eso son muy
buenos. Pero el gobierno de Kirchner ha
tenido logros. Mantener esa estabilidad
en los primeros años de su gobierno,
la idea quizá más brillante
de oponerse al ALCA y apostar por la integración
económica cultual y política
de América del Sur. Y su política
de los derechos humanos. Tres ejes. Pero
yo agregaría un cuarto importante.
Néstor Kirchner dijo: “No voy
a reprimir la protesta social”. Toda
la derecha pedía que reprimiera.
Y en ese sentido, fue una gran política.
El resto es que estamos ante un gobierno
que llegó asombrándose de
que había llegado, sin ningún
proyecto ni ningún plan.
—Volviendo a la teatralidad,
¿haciendo películas son aún
mejores que Ud.?
—La arman bien mediáticamente.
Pero si algo no tiene el gobierno de Kirchner
es un plan estratégico de país.
En estos cinco años no hizo nada
para la reconstrucción de una Argentina.
No hay reconstrucción de la infraestructura.
No hay plan siderúrgico nacional.
No hay recaptura del petróleo, que
podría hacerse fácilmente.
—En “La República
otaria”, Scalabrini Ortiz explicaba
que el otario “cambia una cosa real
y cotizable por algo sin valor: una palabra,
un concepto, una ilusión, un halago
interesado”. Esa capacidad de vender
algo distinto a lo que es, ¿está
presente hoy más que nunca en la
política?
—Un ejemplo mayúsculo es el
pago de la deuda. Les hicieron creer a las
mayorías argentinas que se había
negociado la totalidad de la deuda y que,
prácticamente, no quedaba nada o
muy poquito, que el 70% se había
pagado. Mentiras monumentales. El gobierno
de Kirchner ha pagado 32 mil millones de
dólares en estos cinco años,
y estoy comprendiendo los 6.700 del Club
de París. Pero lo curioso es que,
a pesar de todo eso, Argentina está
cerca de los 190 mil millones de dólares
de deuda. Cuento también las de las
provincias, que también son deudas.
—¿Por qué los
argentinos tenemos tanta capacidad para
construir relatos y tan poca capacidad para
construir realidades?
—Lo más grave es que no se
tiene un plan estratégico para el
país. Lo construye y lo improvisa
sobre la marcha.
—¿El relato es un
arma?
—Es la política del chantaje.
La mejor manera de hacer política
es asustar al otro. ¿Qué pasó
en el conflicto del campo? O vienen todos
acá a defender la democracia o están
con el golpe. Apelar a los fantasmas más
temidos de una sociedad que todavía
tiene heridas de lo pasado es inadmisible.
—¿Qué piensa
de los intelectuales del grupo Carta Abierta?
—Lo que está en discusión
es si el gobierno kirchnerista es la alternativa
progresista en la Argentina.
—¿Las cosas son lo
que parecen o no son lo que parecen?
—El Gobierno juega esa carta. Incluso
hasta levanta a Jauretche y puede hablar
de Scalabrini. La realidad es que ha sabido
manipular. Y una de sus políticas
más astutas ha sido penetrar casi
todas las organizaciones políticas
y sociales a canje de algún beneficio.
Pero también a un sector del movimiento
de derechos humanos. En esa repartija de
poder, que tiene que ver con subsidios,
con planes, con dineros para obras sociales,
para construcción de viviendas o
planes culturales o de cualquier naturaleza,
el kirchnerismo ha construido con enorme
habilidad un tejido de alianzas muy numeroso.
Y ahí estamos en el juego de ficciones
entre lo que es y lo que no es. Por eso,
en ese juego de ficciones muchos sectores
se preocuparon y se asustaron con el chantaje
y falsa polarización del conflicto
del campo y terminaron creyendo, sinceramente,
que acá estaba en marcha un golpe
militar. En los años ’74-’75,
el 48% del PBI se repartía entre
la masa asalariada. Actualmente, no sé
si se reparte el 25%, 26% o 27%. El 40%
de los trabajadores argentinos trabaja en
negro. Y este gobierno se dice peronista.
Las tres cuartas partes de los trabajadores
rurales trabajan en negro. Entonces, entre
estos movimientos se han generado enormes
confusiones y hemos visto acompañar
a las convocatorias que lanzó el
Gobierno para defender la democracia a mucha
gente de renombre y personalidades de prestigio
de distintas corrientes.
—¿Incluye a Carta
Abierta en esa confusión?
—Hay que incluirlo. Veo en lo de
Carta Abierta un hecho muy positivo. Dejemos
de lado la manipulación. Hay una
intención de hacer actuar a un sector
de la intelectualidad en defensa del Gobierno.
Digo en defensa del Gobierno y no en defensa
de la real distribución de las riquezas.
Dejando de lado esto, a mí me parece
un hecho muy positivo, casi diría
inédito, que por primera vez los
intelectuales hayan armando un movimiento
para expresarse públicamente sobre
el acontecer nacional en política.
Me parece excelente a pesar de no compartir
el diagnóstico. Lo que es más
grave es que los intelectuales no pueden
aducir desconocimiento, desinformación
o ignorancia. Entonces, por un lado, estas
cartas fueron muy parciales en el diagnóstico
de la Argentina. Muy benévolas con
todo lo que consentía el kirchnerismo
en la pésima distribución
de las riquezas. Porque por un lado criticaba
al conjunto de los medios, y sobre todo
al conjunto de la televisión que
ampliaba el conflicto y jugaba para un bando,
y al mismo tiempo desinformaba o no explicaba
las causas reales. Pero ellos al final se
terminaron colocando en esa misma posición,
porque tampoco daban toda la verdad sobre
lo que pasaba. Toda la verdad del capitalismo
de amigos que se beneficia con las políticas
de Néstor Kirchner, que impulsó
la sojización del país, la
destrucción del bosque nativo. El
señor Soros tiene 600 mil hectáreas
con soja y no paga Impuesto a las Ganancias.
La alianza de poder del gobierno Kirchner
es con los grandes grupos económicos,
las transnacionales, los bancos, el mundo
financiero y las exportadoras. Y ésta
no es mi opinión. En el Presupuesto
de la Nación hay 35 mil millones
de pesos, es decir más de 10 mil
millones de dólares, que son subsidios
por degradaciones o beneficios impositivos
a las 100 empresas más importantes
de la República.
—¿Por qué intelectuales
bien intencionados son seducidos por algo
que parece ser una cosa pero en realidad
era otra?
—Seducidos y asustados. Parte de
la seducción era la preocupación
sincera. Acá hubo grandes sectores
muy golpeados por la dictadura y, la verdad,
se tomaron en serio el fantasma de la dictadura.
No olvidemos que el 18 se van a cumplir
dos años de la desaparición
de Julio López. Es decir que estamos
en una Argentina que también tiene
sus razones de peso para confundirse y asustarse.
—Cuando Aníbal Fernández,
lo acusó de quemar vagones de tren,
intelectuales que apoyan al Gobierno salieron
a defenderlo.
—En general, me salieron a defender.
Incluso gente cercana al Gobierno. Lo de
Aníbal Fernández son groserías
que le jugaron en contra. Son las cosas
que usaban los gobiernos autoritarios, que,
frente a un hecho violento, lo ideologizan
culpando a una fuerza política social.
—Mientras el ministro de
Seguridad y Justicia lo acusaba, el director
de la Biblioteca Nacional y líder
de Carta Abierta, Horacio González,
escribió un elogioso artículo
titulado “Pino Solanas, un aguafuerte”,
donde dice: “Pino Solanas se convierte
en el ícono patrimonial del intelectual
que agoniza en el mundo de la ideas reparadoras
y resurge con su destino anímico
asociado al de las condiciones realizadoras
del ‘sueño nacional’.
Pino, con su ‘Argentina latente’
–y ahora con ‘La última
estación’– encarna la
promesa irrupcional scalabriniana, los sueños
escuchados en aquel bar de su juventud.
Lo hace de un modo que hoy reconocemos como
único, pues sus películas
de artesano de la épica colectiva
y su propia historia personal mantienen
el punto de conjunción de una rara
historicidad”.
—Es lamentable que los propios funcionarios
del Ministerio de Justicia declararan ayer
que no habían encontrado ninguna
prueba ni certidumbre. Por supuesto que
en el Gobierno no faltó alguien que
dijo: “Si justo está estrenando
la película, esto está armado”.
A mí lo que me causa gracia es la
proyección de potencia que me adjudican
como para disponer de un grupo tan grande
como para armar eso.
—En 1942, Scalabrini no tenía
trabajo. El 13 de enero de ese año
publicó en el diario “La Prensa”
el siguiente aviso: “Caballero argentino,
casado, de 44 años, con amplias relaciones,
estudios universitarios, técnicos,
una vasta cultura general, científica,
literaria y filosófica, con experiencia
general y profunda de nuestro ambiente económico
y político, ex redactor de los principales
diarios, autor de varios libros premiados
y de investigaciones, aceptaría dirección,
administración o consulta de empresa
argentina, en planta o en proyecto, en los
órdenes de la industria, comercial
o agrario. Dirigirse a Raúl Scalabrini
Ortiz, calle Vergara 1355, Vicente López”.
En la Argentina actual, ¿estaría
sin trabajo Scalabrini Ortiz o se habría
sumado a Carta Abierta?
—Indudablemente que no. Las medidas
económicas del gobierno Kirchner
están en las antípodas del
pensamiento de Scalabrini Ortiz.
—¿Intelectuales a
los cuales emplea, contrata o subsidia pueden
ser independientes del Gobierno.
—No. Raúl Scalabrini Ortiz
nunca aceptó un cargo público
justamente porque no quería comprometer
la independencia de sus investigaciones
y pensamientos.
—En 1989 Ud. votó
por Menem. Luego, ¿por quién
votó cuando Ud. no fue candidato
a presidente?
—En 1999 por Domingo Quarracino,
del Partido Socialista Auténtico.
En 2003 por Patricia Walsh, de Izquierda
Unida, y manifesté públicamente
mi voto por Kirchner para la segunda vuelta.
—Ud. fue diputado nacional
por el Frente Grande junto con Chacho Alvarez…
—Fundacional en la elección
de octubre, y asumimos el 10 de diciembre
de 1993.
—Luego usted se alejó
de Chacho Alvarez, quien hoy también
se integró al kirchnerismo.
—El que se alejó de las ideas
fundantes fueron Chacho Alvarez, la Meijide
y todos los que lo acompañaron. Le
recuerdo que en la Convención Constituyente
estábamos en medio de la crisis,
operada absolutamente por los medios. Yo
era el malo de la película, el que
venía a hacer replanteos de principios
o que quería que hubiera proyectos
para que se revisaran las privatizaciones,
para que no se convalidara lo que se había
hecho con la reforma del Estado. Y los que
se fueron corriendo se corrieron tanto que
en los primeros días de septiembre
aceptaron un acuerdo con un senador justicialista.
Esto había nacido como una fuerza
de recambio. Por supuesto, para ganar una
elección en 1995 había que
sumar hasta el último voto radical,
cosa que era imposible.
—¿Su objetivo no era
ser gobierno sino testimoniar?
—Pero se vendió en el interior
de la fuerza que iban a ser gobierno en
1995. Gana Bordón porque le opera
todo el Partido Justicialista en la interna,
Chacho Alvarez comete una ingenuidad tan
grande como ir a una elección interna
con Bordón y, finalmente, la idea
que vendían era que iban a ser gobierno.
En definitiva, el doble discurso, lo posible,
no se puede hacer otra cosa.
—¿En ese punto Chacho
Alvarez también es pejotista?
—Claro. Esa desviación se
sigue profundizando y terminan en 1997 acompañando
al ala más conservadora del radicalismo,
a De la Rúa.
—Luis D’Elía
se quejó de la diferencia con que
los trata la prensa a él y a Ud.
diciendo: “Si uno es blanco y cineasta,
no puede ser sospechado de nada. Si uno
es morocho y del Conurbano, y pega una piña,
es un demonio. Es más sospechoso
aún que esto suceda el día
que se estrenaba la película de Pino
Solanas sobre los trenes”, y agregó
que “en esa película están
los testimonios de muchos que después
aparecieron en los incidentes”. ¿Qué
reflexión le merecen esas declaraciones?
—Toda una sarta de mentiras, evaluaciones
sin ningún fundamento.
—Respecto de que usted es
blanco y cineasta…
—Blanco y cineasta, varias veces
me han agredido y me han querido matar,
y me he tenido que ir del país en
1976. No quiero polemizar con D’Elía
porque sus declaraciones dan pena.
—Ud. realizó un homenaje
fílmico a las Madres de Plaza de
Mayo cuando se cumplieron 30 años
de lucha. ¿Qué piensa de la
utilización de la figura de las Madres
por parte del Gobierno?
—En ese sentido no tiene moral, utiliza
todo lo que le viene bien. Lo que es lamentable
es que un movimiento como el de Hebe de
Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo haya
transgredido una norma, que era que el movimiento
de derechos humanos no se podía embanderar
en ninguna puja electoral. Los movimientos
sociales no pueden dividirse, están
integrados por ciudadanos de distinta pertenencia
política.
—¿Alguna vez se reunió
con Néstor o con Cristina Kirchner
en el pasado?
—La primera vez que lo vi fue en
2004, cuando llegué del Festival
de Berlín. Me habían dado
un reconocimiento a mi carrera. Nos invitó
a mí y a Daniel Burman, que también
había ganado un premio importante,
para que lo visitáramos y le contáramos
esas cosas. Fuimos como quince, toda la
delegación que estuvo allá.
Yo fui con mi abogado de siempre, Julio
Raffo. En esos tiempos, Néstor Kirchner
había dicho que abría los
archivos de la SIDE, seguramente con respecto
a causas de la AMIA, de la Embajada de Israel.
Cafecito, no daba para más, a mí
no me gusta mezclar las cosas, acato las
reglas de juego; si no, no voy. Pero a Julio
Raffo le cuesta no salirse de la vaina,
y cuando se comenta que la SIDE había
abierto los archivos, nos sorprende a todos
preguntándole: “Señor
presidente, ¿se podrían abrir
los archivos de la SIDE para conocer quiénes
fueron los autores del atentado a Pino?
Le pedimos a Menem, De la Rúa…
Fuimos a ver a Becerra, hemos visitado rigurosamente
a todos los jefes de la SIDE y todos miraron
para otro lado con distintas excusas”.
Néstor Kirchner dijo: “Cómo
no, Parrilli, anotá esto rápido”.
Hasta hoy lo esperamos. La segunda vez,
lo vi quince días después,
en el Festival de Mar del Plata, se pasaba
Memoria del saqueo, estaban invitados el
Presidente, Cristina, los ministros... No
se quedaron a ver la película, fueron
prudentes. La película suscitaba
algún grito, alguna puteada (ríe).
Entonces, para no correr riesgos... No hay
que olvidarse que el gabinete de Néstor
Kirchner era la mitad de Duhalde y la mitad…
Oscar Parrilli fue el que dio el informe
en el que se dice por qué hay que
privatizar YPF en esa histórica sesión.
Todas ésas son formas del reciclaje
de lo mismo. Yo soy presidente del Moreno,
el Movimiento por la Recuperación
de la Argentina, un movimiento transversal,
y le habíamos pedido desde los primeros
días de su asunción que queríamos
tener una audiencia con él. Nunca
la concedió, y cuando el 1º
de mayo de 2006 Evo Morales anuncia la nacionalización
del petróleo, días después,
por intermedio de Hebe de Bonafini, me llaman
porque me conceden la audiencia. Fue la
tercera vez que lo vi. Fui con Hebe de Bonafini;
estaban el Presidente, De Vido y nosotros
dos. Una hora estuvimos. Reconoció
el Presidente que había sido un error
la privatización, que había
sido un error el voto en la reforma constitucional.
Se dijo que se iba a formar una comisión
que, por supuesto, nunca se formó.
Estaban los periodistas y piden que hagamos
unas declaraciones, y salió en todos
los diarios. Esta es mi interpretación:
asustados los mercados petroleros frente
a lo de Evo Morales, lo de Kirchner, aliado
de Evo, recibiendo al presidente del Moreno
y a Hebe de Bonafini reclamando la nacionalización
del petróleo era una jugada muy fuerte.
Quince días después, Néstor
y Cristina desembarcaban en Madrid. Eso
fue una apretada.
—¿Siente que lo usaron?
—Por supuesto. Fue una apretada frente
a la negociación pendiente con los
españoles para facilitar el acceso
a ese 15 por ciento, que primero iba a ser
25, porque el que manejaba los fondos de
la provincia de Santa Cruz era el banquero
Eskenazi, con una desprolijidad tan grande...
El diario Clarín menciona en dos
o tres oportunidades que en las reuniones
que tuvo Kirchner con Zapatero se discutía
la suerte de Repsol YPF. Finalmente, la
llamada argentinización, un escándalo
absoluto, de vuelta otra operatoria, otro
relato que les hace creer a los ciudadanos
desprevenidos. No hay ninguna argentinización.
Si son ciudadanos argentinos, no sabemos,
compró una sociedad anónima
formada en la víspera en Madrid.
Petersen está registrada en agosto
de 2007 en Madrid. Compraron con nada cuando
el petróleo estaba a 50, 60 y hoy
está a 120, 130.
—Ya bajó de 100.
—Los Kirchner acompañaron
todos los procesos de privatizaciones. Es
más, Néstor Kirchner junto
a Sobisch, en marzo o abril de 2002, estaban
en la quinta de Olivos reclamando que no
se aplicaran retenciones al petróleo
porque se corría el riesgo de una
ola de desocupados petroleros. Esta es la
historia real.
—Por la impresión
que le quedó de sus encuentros con
Kirchner, ¿es una persona a la que
usted le creería?
—No le creería.
—¿Y a Duhalde lo conoció?
—Menos.
—¿Qué impresión
política tiene de él?
—Acompañó a Menem en
los peores momentos. Indudablemente, un
buen piloto de tormentas, no era fácil
estar en 2002. Lo imperdonable de Duhalde
es el poco patriotismo. Cuando Pérez
Companc está endeudado, dice la leyenda
que la familia le recomienda vender la segunda
petrolera del país, tenía
el 20 por ciento de las reservas. Se desprende
en 2002 de ese activo por 1.050 millones
de dólares, que tampoco se paga cash.
Que Duhalde haya posibilitado que pasara
a Petrobras es imperdonable.
—También Amalita vendió
en la misma época por una cantidad
similar la mayoría del cemento argentino
a una empresa brasileña.
—No sé si un jefe de grupo
brasileño hubiese actuado así.
—No, porque en Brasil los
empresarios son valorados por su sociedad
mientras que en la Argentina personas como
Pérez Companc o Amalita a determinada
edad, pudieron haber preferido malvender
sus empresas antes que soportar ser blanco
de quienes, aprovechando su visibilidad
pública, los estigmatizaran desplazando
sobre ellos la frustración de la
población por el fracaso económico
del país. Los empresarios extranjeros
envían a la Argentina a un gerente.
—Me da la impresión de que
para esos empresarios nuestros, los Bulgheroni,
los Soldati, la cosa es vender. Es increíble
la falta de ambición de construir.
Esa manera de fundir al Banco Nacional de
Desarrollo, que le dejaron 5 mil millones
de dólares de pasivo. Cuando uno
piensa en otras épocas, en otra calidad
de gente... Lo real es que los grandes grupos
económicos argentinos sirvieron más
para vaciar el país y permitir la
fuga de capitales, y sus grandes activos
los remataron. Con Néstor Kirchner,
468 grandes empresas pasaron a manos extranjeras.
¿Qué hizo el gobierno Kirchner
para revertir la tendencia? Se duplicó
o triplicó la entrega de las tierras
a sociedades extranjeras.
—Durante la crisis de 2001
Carrió encarnó la crítica
al capitalismo. ¿Coincide con el
Gobierno, que la acusa de desplazarse hacia
la derecha? ¿Hubo en Carrió
un recorrido ideológico en algo comparable
al que Ud. dice que se produjo en Chacho
Alvarez?
—Lo ha percibido el país entero.
El discurso era democrático, de sensibilidad
social, de defensa de los recursos naturales,
del patrimonio nacional, con eje en la lucha
contra la corrupción, derechos humanos.
No hay que olvidar la denuncia extraordinaria
que hace del vaciamiento financiero en 2001.
En ese momento era la líder de una
reconstrucción ética de la
política. Pero ella ha ido corriéndose
en su esquema de alianzas y en su esquema
conceptual. De esas posiciones, terminó
con De Prat-Gay. La renegociación
de la deuda la empieza Lavagna, y la siguen
Kirchner y De Prat-Gay como presidente del
Banco Central.
—¿Néstor Kirchner
, que hasta el fin de la convertibilidad
era uno de los gobernadores más cavallistas,
se apropia del relato de Carrió?
—El país lo descubre (a Kirchner)
con algún atisbo de discurso distinto
cuando huye Menem de la segunda vuelta,
y él empieza a decir que basta con
el manejo y el poder de las corporaciones.
—¿Y eso lo extrae
de Carrió?
—No podría afirmarlo porque
no seguí a Carrió ni el derrotero
de Néstor Kirchner en su provincia.
El la manejó con procedimientos menos
democráticos y progresistas de lo
que ha hecho gala en esos años, aunque,
efectivamente, su manera de ignorar al Congreso
Nacional, la tozudez, su intransigencia,
el manejarse con decretos de necesidad y
urgencia...
—Ya como presidente...
—Claro. El tiene un año muy
lúcido que despierta muchas esperanzas.
Por ejemplo, cuando abre el debate sobre
la renovación de la Corte Suprema.
—La renovación de
la Corte y la reapertura de los juicios
a la ditadura, ambas propuestas de Carrió,
son las dos medidas que el 90 por ciento
de la sociedad apoya.
—Extraordinario. Pero la reforma
de la Corte Suprema no baja a las Cortes
de Casación y menos a los jueces
federales.
—Y luego se modifica en el
sentido contrario el Consejo de la Magistratura.
—Exactamente. En el Consejo de la
Magistratura jugó un rol destacado
Cristina Kirchner.
—Mi pregunta apuntaba a saber
si usted alguna vez se preguntó si
ese discurso era propio de Kirchner o, ante
su necesidad de construir un vínculo
propio con la sociedad, autónomo
del de Duhalde, incorporó el discurso
de Carrió, y luego, progresivamente,
en la medida en que obtuvo todo el poder,
empezó a mostrar el verdadero Kirchner.
—Puede ser. Por ejemplo, en 2003,
entre sus primeras medidas está la
creación de Enarsa. Nosotros tuvimos
un papel destacado y crítico de cómo
lo creó. Pensábamos que tenía
que formarse como sociedad del Estado, por
lo menos como una sociedad anónima
con mayoría estatal. Pero Enarsa
sirvió como oficina de reparto de
áreas de explotación sin licitación,
a dedo. Era el modelo de la Sonangol, que
es el mismo tipo de empresa creado en Angola.
Todos los yacimientos o las áreas
las maneja esa empresa y las reparte a dedo,
sin licitación.
—Perdone, Pino, pero su idealismo
puede hacerlo un poco ingenuo con el Estado.
James Buchanan ganó el Premio Nobel
de Economía de 1986 por advertir
sobre los riesgos que corremos cuando tratamos
al Estado con irrealismo. Por ejemplo, cuando
a pesar de que los funcionario son personas
con defectos y virtudes no tan distintas
a la mayoría de las personas, tendemos
a pensar que en el Estado se decide siempre
e indefectiblemente buscando el bien común,
o asumiendo que el presidente y sus ministros
son personas de una calidad moral superior,
no tomamos en cuenta que el Estado no es
una sola unidad decisoria y hay muchos funcionarios
con algún grado de poder que podrían
estar más preocupados por su interés
personal que por el bien común. Buchanan
sostiene que un Estado omnisciente y benevolente
no es el más frecuente y común
de los ejemplos, y que en la prática
nos encontramos, muchas veces, con un Estado
que tiene sus propios intereses y actúa
como un ente desligado de los ciudadanos.
¿Reflexionó sobre este problema?
—Sí, pero creo que el problema
está acá en el proyecto político
y la conducción de las instituciones
del Estado. La asociación de 40 millones
de ciudadanos, que son copropietarios de
todo lo que posee esa Nación, delega
en el Gobierno la administración
de esos bienes como el consorcio de este
edificio. Las instituciones jurídicas,
todo aquello conforma el cuerpo del Estado
para hacer funcionar al Estado si hay vocación
de democratizarlo. Me parece que es un eje
fundamental, no hay sociedad ni Nación
si no hay un Estado eficiente y moderno.
Ese fue el verso que nos vendieron en los
90, pero lo que hizo Menem fue la destrucción
del Estado. Al destruirlo, el ciudadano
quedó desamparado, el más
indefenso, el más débil, quedó
desamparado frente a todo tipo de abuso,
en el trabajo, en el medio ambiente.
—Nos ilusionamos con un Estado
que funcione como lo hace en países
con un sistema parlamentario sólido,
donde las decisiones sobre lo público
se tomaban democráticamente con consenso
y control de diferentes partidos, pero luego
nuestro personalismo nos impulsa a otorgarle
absoluta discrecionalidad a quien sea presidente.
Si el poder no reside en las instituciones
sino en una persona, continuamente habrá
conflictos entre el interés público
y el de esa persona. Lo que usted dice de
Enarsa, el capitalismo de amigos, Pedrazza
o Camioneros es su consecuencia.
—Venimos de unos años noventa
de destrucción y concentración
del Estado en muy pocas manos y en los grupos.
Acá se destruyó absolutamente
todo y lo que falta es una vocación
de democratización. Es más,
en los años noventa las grandes mayorías
fueron de alguna manera conducidas o inducidas
por los medios. La entrega de los medios
de comunicación de masas a grupos
mediáticos sin haber reformado la
ley marco. La característica de Kirchner
de estos años es que se ha opuesto
a promover los debates pendientes que tiene
la Argentina.
—Pensar con idealismo en
un estado omnisciente y benevolente, puede
ser tan grave como en los noventa fue pensar
que no debería haber Estado.
—Está pendiente en la Argentina
un gran debate institucional, el país
se debe un grandísimo debate sobre
todos estos temas.
—¿Ud., que fue un
gran defensor del Estado, podría
advertir al público sobre el peligro
de ser ingenuos ante el uso demagógico
de lo estatal para que en Aerolíneas
y otros futuros debates no nos pase otra
vez lo de Enarsa?
—Pero por supuesto que no. Lo que
hemos vivido en el funcionamiento de la
democracia que terminó perdiendo
con el remate del patrimonio público
y con la catástrofe de 2001-2002,
la hambruna, la quiebra de más de
la mitad de las empresas argentinas, todo
esto merece un debate que cuestione el andamiaje
fundamental de la república. Pero
este debate se ha negado; por toda esta
cuestión de las privatizaciones de
las empresas de servicios, es imprescindible
que se realice. Y más ahora que estamos
en las puertas de la fibra óptica,
es imprescindible un debate sobre los medios
de comunicación de masas. Acá
hay que defender el derecho a la diversidad
de todos los ciudadanos.
—La revista “Noticias”
y el diario PERFIL tienen una perspectiva
liberal tanto de la política como
de la economía y como Ud. lo ha podido
comprobar en su propio ejemplo a lo largo
de dos décadas, siempre hemos dado
cabida a la diversidad. Por eso le pido
esa misma amplitud: ni todo lo privado era
bueno, ni todo lo del Estado lo es, ni todo
lo argentino es bueno, ni todo lo extranjero
no lo es.
—Eso así, son los falsos espejismos,
como la argentinización de YPF o
la argentinización de Aerolíneas
Argentinas: es realmente escandaloso. Argentina
tiene que ir hacia un modelo superador de
esa antinomia.
—Usted dice en su película
que tuvimos una derrota cultural. Para no
repetir la experiencia, habrá que
alejarse de las simplificaciones manipuladoras.
—En muchísimos aspectos, y
en este sentido han aportado la desinformación
de contenidos y de explicación de
causas y de debates plurales tanto los medios
de comunicación de masas como las
universidades.
—“La próxima
estación” es el cuarto documental
de una serie de cinco que comenzó
a concebir tras la crisis de 2001. Los anteriores
fueron “Memoria del saqueo”,
“La dignidad de los nadies”
y “Argentina latente”. ¿Cerrará
con “La tierra sublevada”, sobre
los recursos naturales?
—Y la contaminación. La tierra
sublevada es la protesta de la tierra frente
a tanto daño y tanta impunidad. Las
poblaciones aledañas a los grandes
yacimientos e implantaciones mineras tienen
las napas de agua contaminadas.
—¿Qué papel
tendrá la soja en esa película?
—A la soja hay que ponerle límites,
por supuesto. Le dedico un capítulo.
Esta nueva película tiene un fuerte
capítulo sobre la minería.
Somos la sexta reserva de metales del planeta,
y la minería no paga nada. Es el
único sector del empresariado nacional
que no está obligado a ingresar ni
un dólar de sus exportaciones; en
consecuencia, es saqueo puro. Pagan el uno
por ciento de regalías y están
exentos de todos los impuestos.
—Ud. denunció a Gioja
de manejar el negocio minero argentino,
tener allegados o familiares en la Secretaría
de Minería y la Comisión de
Minería del Senado, y haber financiado
un congreso de filosofía que tuvo
a Cristina Kirchner como oradora principal.
¿Cuál es la relación
de Kirchner, a través de Gioja, con
el negocio de la minería?
—Es él el que impulsa la reforma
de las leyes mineras que tiene su origen
en el Banco Mundial. A fines de los años
ochenta, el Banco Mundial ya tiene los informes
de la extraordinaria demanda de metales
que va a haber por el desarrollo de…
—Por el aumento de los commodities.
—Salen entonces a la búsqueda,
y en 70 países proponen la reforma
de la legislación minera. A la Argentina
llegaron 68 millones de dólares del
Banco Mundial para la reforma de la legislación
minera. Una cosa inconcebible (ríe),
¿dónde están esos 68
millones? El paquete de leyes que se promueve,
siendo Gioja el presidente de la Comisión
de Minería y Angel Mazza secretario
de Minería, es un atentado a la Nación
de una grosería espectacular.
—Entonces, su película
será sobre petróleo, minería
y soja.
—Y la plataforma marítima
continental, toda la riqueza que tiene el
mar.
—¿Compara la minería
con la soja?
—Hoy salen fácilmente más
de 10 mil millones anuales. Solamente la
minera Alumbrera procesa al año 200
mil toneladas de cobre; a 7.500 dólares
la tonelada, son 1.500 millones de dólares.
Pero a la vez, procesa 600 mil onzas de
oro a 900 dólares la onza.
—De la minera Alumbrera salen
2 mil millones de dólares de exportaciones.
—Cuatro veces el presupuesto de Catamarca.
Pero no es la mayor, son Veladero y Pascua-Lama.
Lo que sucede con la minería es de
un abandono tal y los intereses de las mineras
avanzaron tanto que hoy tienen territorios
en la Argentina. Hay una franja que no es
de nadie, tratado argentino-chileno de minería
de diciembre de 1997 firmado por Frei y
Menem, que es un escándalo absoluto,
son los dueños de ese territorio.
A la soja hay que ponerle límites
porque no puede acabar con la agricultura.
La soja va a acabar con el monte nativo,
el desmonte que hay en Salta, en Formosa,
en Chaco, es monumental. A la vez, el año
pasado se tiraron 50 millones de litros
de glifosato. El proyecto de la Argentina
es que las deidades de la renta, las ganancias
y el fin justifican los medios, o un desarrollo
realmente sustentable, en el que el límite
está marcado por la capacidad del
cuidado y desarrollo de la vida. Pero eso
es una gran contradicción.
—Para un empresario inteligente
no existe tal contradicción porque
desea también maximizar sus ganancias
de largo plazo, y, que su explotación
sea sustentable, es parte de su trabajo.
—Pero eso es verso.
—No si el recurso fuera propio
de por vida como el campo, pero en las concesiones
como la minería o el petróleo,
es diferente.
—Tenemos que tener normas a largo
plazo. YPF perforaba con fluidos líquidos
para no envenenar las napas. El petrolero
privado utiliza los fluidos líquidos
más eficaces y en cinco veces menos
tiempo perfora ese pozo. Para la soja rociamos
todo con glifosato. Si no se colocan marcos
regulatorios o jurídicos firmes…
—Se destruye valor en lugar
de maximizarlo.
—Se destruye valor, se destruye la
vida, todo. El interior del país
es la impunidad absoluta.
—¿Qué pensó
cuando De Angeli y Buzzi dijeron en este
mismo reportaje que habían votado
por Ud. para presidente en las últimas
elecciones?
—No conozco personalmente a De Angeli.
Yo defiendo siempre los derechos de los
pequeños y medianos ruralistas. No
hay real revolución en la Argentina,
en el sentido más profundo del término,
sin que tenga verdadero protagonismo la
pequeña y mediana burguesía
rural. Recuerdo que durante décadas
escuchamos todo tipo de conferencias sobre
que lo que nos diferenciaba en la formación
económica y social de la Argentina
con los Estados Unidos era que Estados Unidos
había podido desarrollar una pequeña
y mediana burguesía rural con poder,
con bienestar, que hacía buenos dividendos.
En la Argentina se ha venido dando. Después
de la concentración latifundista
que hemos tenido, desaparecieron 150 mil
pequeños productores, desde el año
’80, de 600 mil productores, hoy tenemos
300 mil. En los últimos diez años
desaparecieron entre 120 y 130 mil. No hay
política nacional sin repoblamiento
del campo. Si sacamos en retenciones, esto
coloquémoslo en créditos para
que el chacarero que fue expulsado vuelva.
No concentración de la tierra para
tener fondos buitres y 600 mil hectáreas
en manos de un sojero. No. Diversificación
de la tierra, repoblar el campo, impedir
que un solo cultivo desplace a todos los
demás. Queremos diversificación
agraria.
—Tanto Scalabrini Ortiz,
que nació en Corrientes, como Jauretche,
eran hombres de provincias que desde la
Capital luchaban por rescatar la herencia
federal del siglo XIX y al hombre del interior.
¿Qué habría pensado
Scalabrini Ortiz de De Angeli?
—De Angeli es el líder emergente
de una protesta chacarera de pequeña
y mediana burguesía rural. Otra cosa
son los componentes ideológicos.
—¿Cree que Scalabrini
Ortiz lo habría visto con simpatía?
—Habría visto con simpatía
esa protesta rural. Otra cosa fue la confusión
que generó la alianza de los pequeños
con la Sociedad Rural y las dos entidades
que, tradicionalmente, fueron la expresión
del latifundio y a la vez estuvieron asociadas
o apoyaron los procesos más ingratos
y las dictaduras militares. Ahí hay
una historia difícil de bancar, y
eso ha producido una enorme confusión.
Los planteos de la Federación Agraria
que vino haciendo todos estos años
eran correctos y el Gobierno hizo oídos
sordos.
—El argumento de los ruralistas
que cortaban las rutas era que no querían
que sus hijos tuvieran que seguir engrosando
el Conurbano porque en los pueblos y ciudades
del interior no tuvieran un futuro económico,
lo mismo que Scalabrini Ortiz mostraba en
su célebre novela “El hombre
que está solo y espera”. ¿Este
fue el aspecto positivo de esta crisis?
—Hay un antes y un después
de la crisis del campo. Que nos lo cuente
el gobierno de Cristina. Hay razones en
el Gobierno porque el Estado tiene toda
la legitimidad de fijar sus políticas
económicas, distribución de
la riqueza y retenciones. Las retenciones
móviles existen en la Argentina ya
en el petróleo, no es una novedad.
Por otra parte, si los argentinos se hicieron
cargo de una devaluación del 200
por ciento, era para recuperar la diferencia
de los precios internacionales con los internos
en el curso global de la economía.
Si eso no está acompañado
por una discusión seria de coparticipación
federal, estamos en una acumulación
de tensiones y de conflictos que estalla
como estalló lo del campo. No hay
coparticipación federal, no se puede
igualar a los chicos con los grandes. No
pueden pagar todos el 35 por ciento de las
retenciones, acá los más chicos
tienen que pagar el 10, el 20 por ciento.
Pero como el Gobierno siguen aplicando la
misma concepción regresiva de tipo
impositivo porque iguala a todos en el impuesto
al consumo y no progresivo, las medidas
del 10 de marzo unieron y volcaron a todos
a la ruta. Pero nosotros marcamos que era
curioso que tanto en un campo como en el
otro estaban dejando afuera al tercer protagonista
que se sentaba en la mesa de la renta agraria,
que es el sector exportador que se queda
con el 30 por ciento de la renta, exporta
en negro, triangula, el 60 o 70 por ciento
va a puertos como los de Montevideo, le
fija el precio al consumidor y termina estafando
a todos, al productor y al fisco, y se queda
con 1.700 millones.
—Sobre esta serie de películas
que comenzó tras la crisis de 2001,
Ud. dijo: “Voy a continuar el discurso
de ‘La hora de los hornos’,
por supuesto que con los ajustes de la evolución
de mi pensamiento desde aquella época,
pero retomando la reflexión, el cine-ensayo
que fue aquella película”.
¿Cómo evolucionó su
pensamiento desde aquella mítica
“La hora de los hornos”, de
hace 40 años?
—Cuando yo tenía 19 años,
en 1955, fue el bombardeo a Plaza de Mayo.
El nacimiento de mi conciencia política
e histórica fue en épocas
de dictadura. Vengo de una familia apolítica
católica medio conservadora.
—Su padre era médico.
—Ideología de clase profesional
burguesa católica neoconservadora,
apolítica, la política es
peligrosa, mala palabra, antiperonista.
Cuando digo que retomaré la línea
de La hora de los hornos me refiero como
cine. Es un cine histórico, ensayístico,
mezcla la crónica de la historia
con el cine de testimonio de la actualidad
y con diversas formas que utilizo de montaje.
Sigo teniendo la misma visión latinoamericanista.
—La esencia de Pino es la
misma que la de hace cuarenta años.
—Yo creo que sí, soy muy sanmartiniano,
de la causa de San Martín, Bolívar,
Artigas. Creo que nosotros tenemos todo
para ganar como gran nación, pero
somos hasta ahora una gran nación
inacabada.
—¿La crisis de 2001
lo hizo volver al lenguaje cinematográfico
ensayístico del principio?
—Por supuesto. Inconcebible esos
chicos desnutridos. En la Argentina mueren
todavía hoy 20 o 25 chicos por día
—Si hubiera nacido en un
país sin crisis, ¿habría
hecho otro tipo de cine?
—Habría sido otro yo.
—¿Un otro yo, por
ejemplo norteamericano, habría filmado
alguna de las películas de Michael
Moore?
—Me encanta lo de Michael Moore.
Creó un personaje de una gran simpatía
para el espectador y es el provocador que
el espectador tímido nunca se anima
a ser.
—En su última película
usted es el protagonista.
—Es cine de autor y al serlo no tengo
por qué ocultarme, por eso está
con mi voz. Creo que sería una falsedad
poner la interposición de otra voz
en alguien que escribe el texto y está
haciendo la cámara y la película
entera.
—En “Tierra sin nada,
tierra de profetas”, Scalabrini Ortiz
escribió: “La intensidad del
pensamiento abstracto me acercó,
sorpresivamente, a la intensidad del pensamiento
lírico”. ¿Es correcto
decir que Ud. es también un representante
del “pensamiento lírico”?
—Sin duda, incluso me inicié
como músico y como poeta. Cuando
le preguntaron a Scalabrini cómo
fue que se alejó de la literatura
siendo el niño mimado que, en el
año 1931, todo el Buenos Aires literario
(Arturo Capdevila, Córdoba Iturburu,
Alfonsina Storni, Borges) festejaba, él
dice: “Un día descubrí
que había una causa que hasta ese
momento no la tenía. La clave de
la vida es la causa, y ese día me
suicidé en el escritorio donde escribí
El hombre que está solo y espera.
En la casa de mi madre decidí suicidar,
liquidar, tirar por la ventana ese escritor
que todavía era sensible a las vanidades,
las competencias, los orgullos y decidí
dar un paso hacia la causa”. Se enciende
con el fervor de una gran causa nacional,
no en el sentido ideológico, de defensa
del país.
—El lector podría
preguntarse cuál es la receta para
seguir filmando a los 72 años con
pasión juvenil. Me pregunto si usted
podría hacer suyas las palabras de
Scalabrini Ortiz: “¡Creer! He
allí toda la magia de la vida”.
—Es exactamente así.
—¿Cuánto le
costo “La última estación”
y cuánto recaudará?
—No tengo el balance definitivo.
Seguramente, alrededor de los 500 o 600
mil pesos.
—¿Podrá recaudar
esa cantidad sin subsidios?
—No, no. Es un milagro que usted
pague el estreno. Como no pude recuperar
los estrenos en las otras, en ésta
decidí casi no gastar nada. No pude
publicar avisos en los principales diarios,
salí con dos copias mías,
la tercera, que está en el Gaumont,
es del Instituto de Cine. Existe alguien
que me ayuda, que en este momento se encarnó
en Aníbal Fernández (ríe).
—¿Ve? Al final usted
también precisa de “la patria
subsidiada”.
—Por supuesto. El cine argentino
no existiría sin algunas de las formas
de subsidio, todo el cine europeo no existiría
sin la protección. Uno no recupera
nunca. Nadie lleva a la novia el sábado
a la noche, o los matrimonios no van el
sábado a la noche, salvo en casos
muy excepcionales, a ver mis películas.
Este cine mío está mucho más
cerca del lunes, martes o miércoles
(risas). Y el cine todavía sigue
siendo la salida.
—¿Y la venta de DVD?
—Tiene una difusión el DVD
pero se lo roban todo. Usted pone plata
encima para hacer la edición. No
sé si saca mil dólares. Esto
no hay que medirlo con la lógica
del que hace una película como cine
industria. En lugar de escribir una crónica
sobre estos últimos años,
he hecho una crónica con la ambición
de que pueda terminar como un testimonio.
—¿Hay algo que no
le haya preguntado y que le gustaría
agregar?
—Que, lamentablemente, estamos perdiendo
el tiempo porque estamos detrás de
falsas opciones. Voy a decir cosas repetidas:
la opción es encolumnarse detrás
de cinco o diez grandes propuestas que hacen
a la recuperación de nuestras riquezas
y que son suficientes para financiar un
desarrollo con cierto grado de autonomía.
Y democratizar las instituciones de la República
y bregar por una cultura de la participación,
que el ciudadano se eduque desde joven para
que sepa que esto le pertenece y que como
es suyo lo debe cuidar y debe pedir rendición
de cuentas. Democratizar los poderes para
evitar todos estos manipuleos o robos o
estafas que hemos padecido. Democratización,
recuperación de los recursos y, por
supuesto, si hay alguna prioridad absoluta,
es dar respuesta a la inmunda..., a la inmoralidad
ética, de que produciendo 134 millones
de toneladas de alimentos al año
tengamos cuatro millones de indigentes y
regiones del país como La Quiaca.
Hace pocas semanas me llamó Don Pedro
Olmedo, el obispo de La Quiaca, y me dijo:
“Mirá, acá el 50% es
desnutrido”. ¿Cómo puede
ser? Entonces, recuperar riquezas para acabar,
de una vez por todas, con la indigencia
y esas inmoralidades.